miércoles, 2 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 20

Paula cortó la comunicación y miró el teléfono móvil con disgusto. Había llamado a cinco hoteles distintos, y ninguno tenía habitaciones libres. Solo había uno con el que no había probado, el Banff Springs; pero era un establecimiento extraordinariamente caro y, aunque no andaba mal de dinero, no se podía permitir el lujo de pagar varios cientos de dólares por noche. Frunció el ceño y se dijo que tendría que habérselo imaginado. Era una zona turística, y estaban en temporada alta. Por lo visto, no tenía más opción que quedarse en el rancho. Y la perspectiva le daba miedo. En primer lugar, porque había sido grosera con Pedro y ahora tendría que arreglar las cosas. Y, en segundo, por mucho que le disgustara, porque le gustaba hablar con él. Solo habían charlado unos minutos, pero había estado a punto de hablarle de Vanesa y de su familia. Había sentido la tentación de confesarle que el peso que llevaba sobre los hombros y su búsqueda de la perfección eran el resultado de un empeño imposible: Crear la familia perfecta que nunca había tenido y que, aparentemente, nunca tendría. Todos la habían dejado en la estacada. Hasta Vanesa.


Paula se había convencido de que podría tener su propia familia, una familia basada en el amor y no en la genética. Pero el resultado había sido el mismo. Al final de la jornada, estaba tan sola como siempre. Quizá había llegado el momento de asumir su fracaso. Suspiró y se tumbó en la cama. Ni siquiera entendía por qué había sentido el deseo de contárselo a Pedro. Su infancia era una caja de Pandora, y lo último que necesitaba era abrirla. Tenía que mantenerla cerrada y concentrarse en el presente, porque el presente era lo único que podía controlar. Además, las cosas se habían enfriado tanto con los años que ya no se sentía cerca de sus hermanas. Delfina y ella discutían cada vez que se veían, y no le extrañaba que Nadia hubiera renunciado a mediar entre las dos. Sin embargo, no quería pensar en su familia. En ese momento había un problema más inmediato: hacer las paces con Pedro para pasar los días siguientes de la mejor manera posible. Especialmente, porque no tenía adónde ir. Pero sería mejor que actuara con cautela. Había estado a punto de contárselo todo. Y por una simple mirada. Sin más motivo que un deseo irracional. Se sentó, dejó el teléfono cargando y bajó a estirar las piernas. Quería echar un vistazo a las fotografías que había sacado, y hablar él sobre cosas prácticas como su campaña publicitaria. Era lo más conveniente. Pensar en él como si fuera un trabajo. Así, todo sería más rápido y más sencillo. 


Acababa de descargar las fotos en el ordenador portátil cuando oyó pasos procedentes de la puerta de atrás. Pedro apareció segundos después, con los ojos más brillantes que nunca y las mejillas enrojecidas por el frío. Tenía el pelo revuelto, lo cual le daba un aspecto tan rebelde como juvenil. Y Paula pensó que, si no hubiera sido por la cicatriz de su cara, le habría parecido absolutamente magnífico.

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