Pedro sonrió al pequeño.
—Magnífico. Cuando termines de cepillarlo, le podrás dar una.
Tomás miró a Fiorella y dijo:
—Puede que ella quiera una para Minstrel.
—Sí, es posible. ¿Por qué no se lo preguntas?
El chico asintió y se alejó.
—Se comunican muy poco entre ellos —explicó Pedro—. En general, solo hablan con los caballos. Pero es un gran avance que haya ido a buscar a su compañera.
Segundos después, Tomás dió una zanahoria a Fiorella. Se la dió en silencio, y ella la aceptó del mismo modo, aunque con una sonrisa.
—No se las den hasta que los hayan cepillado —insistió Pedro.
Fiorella asintió con solemnidad y se guardó la zanahoria en el bolsillo. Pedro se rió y volvió a mirar a Paula.
—¿No estás haciendo fotografías?
Paula parpadeó. La conversación con Pedro y la escena de los niños le había parecido tan interesante que se había olvidado de la cámara y de todo lo demás.
—He sacado unas cuantas en el granero, hace un rato.
Él arrugó la nariz.
—¿Y no has hecho ninguna de la sesión con Fiorella y Tomás?
—No.
—Pues te aseguro que no hay ningún problema con hacerles fotos — dijo Pedro.
—No lo dudo. Pero, si quieres usar fotografías de los chicos para la promoción del rancho, tendríamos que pedir permiso a sus padres — observó ella.
Fiorella se acercó entonces a los dos.
—Ya he terminado. ¿Puedo dar la zanahoria a Minstrel?
Pedro se rió.
—Por supuesto que sí. Pero aún no te he presentado a mi amiga — dijo—. Fiorella, te presento a Paula. Es fotógrafa, y va a hacer fotografías del rancho.
—Hola —la saludó Paula.
Fiorella no dijo nada. Se puso muy seria, como si se hubiera asustado, y se fue.
—No te preocupes por su reacción. Le cuesta hablar con gente nueva —explicó Pedro—. Pero el hecho de que se haya acercado estando tú presente es todo un avance. Ha mejorado mucho desde que llegó.
—¿Donde aprendiste tantas cosas de los niños autistas? —se interesó ella.
—En la universidad. Además de ranchero, también soy terapeuta.
—¿Y tienes muchos pacientes?
—Bueno, en esta época del año no hay demasiados. Falta poco para las Navidades, y eso se nota. Pero en primavera y verano, cuando hace buen tiempo, casi no damos abasto. Tenemos voluntarios que vienen a ayudar, y trabajamos codo a codo con los equipos de médicos que tratan a los chicos cuando no están aquí —contestó—. Lo cual me recuerda que esta tarde te presentaré a Abril Zerega.
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