viernes, 11 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 39

 —No conoces a mi padre. Con él no se puede discutir —contestó—. Nos fuimos a la laguna que está junto a la casa de Rosa y, aprovechando que ya se había congelado, nos pusimos nuestros respectivos patines y jugamos durante tres horas.


Paula lo dejó hablar.


—Después, tuve que decidir lo que quería hacer con mi vida. Ya no iba a ser jugador profesional de hockey, y estaba bastante perdido. Hasta que leí un artículo sobre los efectos terapéuticos de la equitación. Desde entonces, no he hecho otra cosa que trabajar con caballos. Y, cuando mi padre se jubiló, fundé el Bighorn Therapeutic Riding.


Ella asintió.


—Pues haces un gran trabajo, Pedro. Se te dan muy bien los niños. De hecho, me extraña que no seas padre.


Pedro la miró a los ojos.


—¿Te has estado preguntando sobre mí?


Paula se ruborizó ligeramente.


—No soy especial en ese sentido —contestó—. La mitad de las mujeres que pasan por tu rancho hacen las mismas conjeturas.


Él la miró con perplejidad.


—No entiendo nada. Las mujeres no suelen pensar en hombres como yo.


—¿Se puede saber qué significa eso?


—Es obvio, ¿No te parece? En cuanto me miran a la cara y ven la cicatriz... Bueno, digamos que pierden el interés.


Paula no supo qué decir. Ella misma había reaccionado mal al ver la cicatriz, pero ya ni se fijaba. Era como si hubiera desaparecido bajo sus muchas cualidades: Su amabilidad, su fuerza, su seguridad, su forma de sonreír. Era como si se hubiera difuminado bajo su personalidad real, la de un hombreinmensamente atractivo que, en consecuencia, podía ser inmensamente peligroso para ella. Deseó tranquilizarlo; pero tenía miedo de revelar sus sentimientos si decía más de la cuenta, así que optó por una salida más cauta.


—Algún día encontrarás a la mujer apropiada. Ya lo verás.


Ella se levantó con intención de llevar su plato vacío a la pila, pero él se giró y la agarró de la muñeca.


—Ahora mismo, Bighorn es lo único que me interesa —le confesó—. Y quiero darte las gracias por lo que estás haciendo. Tenías razón. No podría pagar tus servicios.


Ella sacudió la cabeza.


—Lamento haber dicho eso. Es que perdí los estribos —se defendió—. Habías acertado de lleno.


Pedro la soltó.


—Lo sé.


—No, no lo sabes. Acertaste con lo de la perfección, aunque no en el sentido que tú crees. No espero ni quiero que los demás sean perfectos. No se lo pido a nadie. Pero me lo exijo a mí misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario