lunes, 14 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 45

El contacto de los labios de Pedro despertó los sentidos de Paula de tal manera que fue extrañamente consciente de todo lo demás, desde el aroma del abeto hasta el olor especiado del ponche. Tenía la sensación de estar en la escena navideña de una película romántica, una de esas escenas que nunca vivían las chicas como ella, condenadas a pasar las Navidades sin más compañía que una película, una copa de vino y una caja de pañuelos. Pero allí estaba, besando los labios de él, que sabían a ponche y a algo mucho más potente que el ron que había echado en el brebaje. Él la apretó contra su cuerpo, y ella le puso una mano en el hombro, que descubrió firme e intensamente masculino. Los momentos iniciales de tanteo se estaban transformando poco a poco en una explosión de necesidad. Paula quería ir más lejos, mucho más lejos; aunque, al mismo tiempo, tenía miedo de que Pedro se diera cuenta. Un miedo que desapareció enseguida, aplastado como sus senos contra el pecho del hombre al que deseaba. Ni en el más erótico de sus sueños se habría atrevido a imaginarse que lo anhelara tanto. Si alguno de los dos hubiera pronunciado la palabra adecuada, habrían terminado en la cama, haciendo el amor. Ella lo sabía, y también sabía que habría sido fantástico, porque Pedro era de la clase de hombres que habrían hecho las delicias de cualquier mujer: Cuidadoso, pero atrevido; sexy, pero encantador. Y eso fue precisamente lo que la hizo dudar. Él no era un hombre con quien se pudiera acostar una sola noche. No sería suficiente. Si daba ese paso, querría repetir una y otra vez; de modo que solo podía hacer dos cosas: Retirarse de inmediato o encapricharse de él y terminar con el corazón partido. Sacó fuerzas de flaqueza, respiró hondo y rompió el contacto. Le ardían las mejillas, y el corazón le latía como un caballo desbocado.


—Paula...


—No —susurró ella con voz ronca—. No podemos seguir adelante.


—¿Es que tienes miedo?


Paula pensó que más que miedo, tenía pánico. A lo que había sentido en los últimos días, a lo que estaba sintiendo en ese momento y, sobre todo, a algo que habría sido sorprendentemente fácil: Enamorarse de él.


—Solo voy a estar unos días en Bighorn, Pedro. Y no soy mujer de relaciones pasajeras —dijo, dándole la primera excusa que se le pasó por la cabeza.


—Entonces, ¿Qué tipo de relaciones quieres? Lo pregunto porque es obvio que tampoco buscas una relación seria —observó él—. ¿Qué ocurre, Paula? ¿Por qué te empeñas en negar lo que sientes?


—Mira... Solo estoy aquí para hacer fotografías.


—Mentirosa —Pedro dió un paso hacia ella—. Esa fue la excusa que te dió tu abuela para que vinieras aquí. Pero solo fue eso, una excusa.


Paula lo miró con terror.


—¿Estás insinuando que...? ¿Estás diciendo que mi abuela y tú están confabulados? ¿Que lo planearon juntos...?


Él sacudió la cabeza.


—¿Me estás tomando el pelo? Por supuesto que no —contestó—. Cuando llegaste a Bighorn, pensé que eras la última persona del mundo a quien quería tener cerca.


Paula se sintió como si le hubieran dado un puñetazo.

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