lunes, 21 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 57

 —No, no es posible...


—¿Por qué no, Paula?


—Porque sería un error. Y nos arrepentiríamos más tarde.


Pedro sacudió la cabeza.


—No sé si sería un error, pero sé que tú lo deseas tanto como yo.


Paula no dijo nada. Él le acarició la mejilla con los labios, y ella se preguntó por qué tenía que ser tan encantador.


—Somos adultos —continuó él—. Adultos que se desean y que tienen una casa vacía a su disposición.


—Pedro, estoy a punto de marcharme.


Él suspiró.


—Lo sé. No dejas de recordármelo —dijo en tono de recriminación—. Y no entiendo el motivo, la verdad. Hacer el amor no es nada malo.


—Pero solo serviría para empeorar las cosas.


—¿Empeorar las cosas? ¿De qué estás hablando? —le preguntó—. ¿Es que tienes miedo de enamorarte?


—¿Enamorarme de tí? No, por supuesto que no —contestó ella con firmeza.


La mirada de Pedro se volvió repentinamente fría, y Paula se dió cuenta de que la había malinterpretado. Sus palabras habían sonado tan vehementes como si quisiera dar a entender que no podía sentir nada por un hombre como él. Pero no era eso lo que quería decir. Sencillamente, estaba asustada. Su experiencia sexual dejaba bastante que desear. Había tenido muy pocas relaciones amorosas y, por si eso fuera poco, habían sido un desastre.


—Muy bien. Como quieras.


Pedro se incorporó y le ofreció una mano para ayudarla a levantarse. Ella quiso sacarlo de su error y decirle que todo había sido un malentendido, pero no se atrevió. No le podía confesar sus verdaderos sentimientos. Al final, aceptó la mano con una mezcla de alivio y arrepentimiento y se puso en pie.


—Pedro, por favor...


—¿Sí?


—Tienes que comprenderlo. Me voy a entristecer mucho cuando me vaya el domingo. Y, si me acuesto contigo ahora, me dolerá más.


—¿Doler? ¿Por qué te tiene que doler?


A ella se le encogió el corazón.


—¿Necesitas que lo diga en voz alta? ¿Es que no lo has entendido todavía?


Pedro guardó silencio, y ella sacudió la cabeza.


—No quiero que nos volvamos a besar —prosiguió—. A partir de ahora, mantendremos las cosas en un terreno estrictamente profesional.


Él arqueó una ceja.


—¿Estás hablando en serio?


Ella asintió.


—Si te importo algo, haz lo que te pido.


Pedro frunció el ceño.


—De acuerdo. No nos volveremos a besar en la nieve.


—Ni en ninguna parte —dijo ella.


—Ni en ninguna parte —repitió él.


—Gracias.


Paula se dirigió hacia la casa, intentando convencerse de que había hecho lo correcto y de que tenía motivos para sentirse aliviada. Y se sentía aliviada; pero también, decepcionada. Tenía que salir de allí tan pronto como fuera posible. Tenía que marcharse de Bighorn y volver a Sídney, a su vida de costumbre, a sus rutinas. Desde luego, era una vida mucho menos complicada y dolorosa, el tipo de vida que siempre le había gustado. Pero sospechaba que ya no le iba a gustar tanto.

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