viernes, 4 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 25

 —Ahora, sí. Pero ha costado mucho. Fiorella y Tomás son autistas.


—Pues parecen niños normales.


Pedro frunció el ceño.


—Porque son niños normales.


—Sí, claro... —declaró, nerviosa—. Solo pretendía decir que no parece que tengan ninguna discapacidad.


—Sé lo que pretendías decir, pero me temo que eso es parte del problema... La diferencia entre la normalidad y la anormalidad —dijo—. La gente traza una línea y complica las cosas. Esos chicos son autistas, pero tienen sentimientos, como todo el mundo.


Ella lo miró con curiosidad. Se había puesto a la defensiva, y estaba hablando de un modo excesivamente brusco.


—Por supuesto que los tienen. Yo no he insinuado lo contrario.


—Lo sé. Discúlpame, por favor. Estoy tan comprometido con esos chicos que a veces me paso un poco.


Paula pensó que quizá había reaccionado así porque se había encontrado en una situación parecida, sometido de niño a la incomprensión y las burlas de sus compañeros. Ella misma lo había sufrido, y por la simple razón de ser muy alta para su edad. Hasta su propio padre la llamaba «Larguirucha». Por supuesto, era consciente de que no era lo mismo que sufrir una discapacidad, pero también lo era de que esas cosas podían causar mucho daño a los niños. De hecho, a ella le había dejado una huella tan profunda que, de vez en cuando, tenía que hacer un esfuerzo para caminar erguida. Inconscientemente, seguía obsesionada con disimular su altura.


—No te disculpes por ser apasionado en tu trabajo —replicó con suavidad—. Se nota que lo haces muy bien.


Paula quiso interesarse por los motivos que lo habían llevado a convertirse en un paladín de los niños con discapacidades, pero se dijo que no eran ni el momento ni el lugar más adecuados. Y, por otra parte, tenía la sensación de que su respuesta habría sido tan lacónica como insatisfactoria. Él se apoyó entonces en una pared y miró a la pequeña Fiorella, que había regresado al granero para cepillar a su montura.


—Cuéntame algo más de los chicos.


La petición de Paula debió de satisfacer a Pedro, porque su expresión se volvió más cálida.


—¿Por dónde empezar? —se preguntó en voz alta—. Bueno, empecemos por Fiorella. Cuando Tomás y ella llegaron a Bighorn, los puse a lomos de Pokey y Minstrel porque son dos animales muy tranquilos, que trabajan bien cuando están juntos. Eso es fundamental en estos casos. Se trata de chicos que no interactúan bien con otras personas, así que utilizamos a los caballos para potenciar esa habilidad.


—Pues se nota que les gustas mucho.


—¿Tú crees?


—Por supuesto. Cuando te mira, Fiorella sonríe de oreja a oreja.


Él también sonrió.


—Es una maravilla de chica, ¿Verdad? La primera vez que la subí a un caballo, se quedó helada y completamente muda. Tenía tanto miedo que le tuve que pedir a su madre que viniera con nosotros. Pero se acostumbró, y ahora cabalga sola y ni siquiera necesita que Celina esté cerca —le explicó Pedro—. En eso consiste este programa: En conseguir que los niños se sientan seguros de sí mismos.



Paula se quedó sorprendida con la parrafada de su anfitrión. En dos días, había pasado de no decir prácticamente nada a expresarse con entera libertad.


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