miércoles, 2 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 18

 —¿A cuál?


—A la de si realmente tenemos tanto tiempo como creemos tener.


—Veo que te encantan los problemas filosóficos —bromeó Paula.


—Sí, tengo tendencia a pensar demasiado. Y puede ser un defecto.


Ella se llevó una mano a la boca, en un gesto de fingida sorpresa.


—¿En serio? ¿Un defecto? ¿Tú? Empezaba a pensar que no tenías ninguno.


—¿Y cómo has podido llegar a esa conclusión? No han pasado ni veinticuatro horas desde que nos conocemos.


—Lo sé, pero tengo buen ojo con la gente. Y tú eres fácil de interpretar.


Él arqueó una ceja.


—¿Me estás tomando el pelo?


—Claro que sí. Eres demasiado serio, Pedro.


—Qué curioso... Yo pienso lo mismo de tí.


Paula sacudió la cabeza.


—Pues te equivocas. Puede que ayer estuviera seria, pero suelo limitar la seriedad a mi trabajo. Adoro divertirme, y sé cuándo y cómo relajarme —afirmó.


Los dos se quedaron en silencio durante unos minutos. Hasta que Pedro lo rompió para formular la pregunta a la que había estado dando vueltas en su cabeza.


—Si eso es verdad, ¿Por qué das la impresión de llevar el mundo sobre tus hombros?


Una vez más, Paula se traicionó con un destello de vulnerabilidad que a Pedro no le pasó desapercibido. Se ocultaba tras una imagen de mujerfuerte y capaz. Pero era mucho más  que eso. Y él siempre había sentido debilidad por los animales heridos. Preocupado, se dijo que sería mejor que volvieran a la casa y se mantuviera bien lejos de los asuntos de aquella mujer. Pero Paula Chaves había despertado su curiosidad, y en ese momento necesitaba respuestas.


—Tengo frío —dijo ella de repente—. Voy a dar un paseo para entrar en calor. Y, de paso, sacaré unas cuantas fotografías.


Pedro se abstuvo de recordarle que, según había afirmado ella misma, no hacía fotografías de paisajes. Paula saltó de la peña, sacó la cámara y empezó a caminar, deteniéndose de cuando en cuando para comprobar la luz, sopesar los ángulos e inmortalizar alguna imagen que le interesaba. Él se dedicó a observarla, encantado con su concentración y con la pasión que ponía en todo. Pero le extrañó que frunciera el ceño con frecuencia. ¿Estaría buscando su querida y anhelada perfección? La siguió y se detuvo a su lado. Ella se había quedado mirando uno de los picos de las Rocosas, como si hubiera algo que no le convencía. Y a él le desconcertó un poco más, porque siempre le había parecido que las montañas eran absolutamente impresionantes.


—¿Qué ocurre? —se interesó.


Ella gruñó.

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