miércoles, 23 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 65

Sin embargo, se sentó en el sillón que estaba junto al árbol de Navidad y se dispuso a hacerlo lo mejor que pudiera.


—¡Papá Noel tiene un ayudante este año! —anunció—. ¿Reconocen a Paula? ¿A que le queda bien el traje de elfo?


Paula se puso colorada como un tomate, pero carraspeó y dijo:


—Bueno, ya que Papá Noel se ha molestado en hacer todo el camino para llegar a Bighorn, es normal que le echemos una mano, ¿No les parece?


—¡Sí! —exclamaron los niños.


Ella se giró hacia Pedro y le guiñó un ojo.


—Pues, si tan dispuesta estás a ayudar, ¿Me podrías acercar el saco?


—Por supuesto.


Pedro miró a los niños y preguntó:


—¿Quieren que se les de sus regalos? Mis elfos han trabajado todo el año para que los tengáis hoy. Espero que hayan sido buenos.


—¡Lo hemos sido! —afirmó una niña.


Paula se acercó a Pedro con el saco y, tras recibir una indicación de él, sacó el primero de los regalos.


—Aquí dice que esto es para Joaquín —declaró Pedro—. Ven conmigo y te lo daré.


Joaquín, un niño que había sufrido una lesión de espalda cuando tenía tres años, se acercó al supuesto Papá Noel con una gran sonrisa.


—¿Es para mí?


—Pues claro que es para tí.


Durante los minutos posteriores, se dedicaron a repartir el contenido del saco y a hacer felices a un montón de pequeños. Hasta que, al final, Pedro inclinó la cabeza y dijo:


—¡Vaya! ¡Parece que hay algo más!


Paula arrugó el ceño.


—Pero si todo el mundo ha recibido sus regalos —observó.


Pedro metió la mano en el saco y extrajo un paquete.


—No todo el mundo —dijo—. Este es para tí, Paula.


—¿Para mí? —preguntó sorprendida.


—Siéntate en mis rodillas y te lo daré.


—Eh... Bueno, preferiría quedarme de pie, si es posible.


—¡No! ¡Siéntate en sus rodillas! —intervino Abril.


—¡Sí! —gritaron los otros niños—. ¡Que se siente!


Paula miró a Pedro con cara de pocos amigos, pero se sentó en una de sus piernas.


—Esta me la vas a pagar —lo amenazó en voz baja.


—Cuento con ello —replicó del mismo modo, antes de adoptar otra vez la voz de Papá Noel—. ¡Bueno, chicos! ¡He hecho un largo viaje, y creo que me merezco un buen tazón de chocolate caliente!


—¡Eso! —dijo un niño—. ¡Chocolate!


—Aunque será mejor que empiece a cuidar la línea, porque estoy engordando —declaró, dándose una palmada en la barriga—. ¿Y bien, Paula? ¿No vas a dar un beso a Papá Noel? ¿Ni siquiera un beso pequeñito?


Los ojos de Paula brillaron como puñales, pero sonrió tan falsa como dulcemente y le dió un beso en la mejilla.

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