viernes, 4 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 23

 —No has superado la fase del duelo, Paula. Pero tendrás que afrontarlo y asumirlo en algún momento.


Paula se empezó a enfadar. ¿Cómo se atrevía a hablarle de esa forma? ¿Cómo se atrevía a tener razón? Pedro Alfonso no sabía nada de ella. Volvió a respirar hondo e intentó controlar su furia. Era consciente de que perder los estribos no serviría de nada, así que forzó una sonrisa y dijo:


—Mira... Solo quiero que sepas que mi reacción al ver tu cicatriz no tuvo nada que ver contigo. No soy tan superficial, ni tengo tantos...


—¿Prejuicios? —la interrumpió él.


—Por supuesto que no. ¿Crees que rehuiría a una persona por el simple hecho de que tenga una cicatriz?


—No lo sé. Solo sé que estás obsesionada con la perfección en la fotografía, y que puede que también lo estés en lo tocante a los demás.


—Eso sería absurdo. La gente no puede ser perfecta. Todo el mundo lo sabe.


Él sonrió.


—No podría estar más de acuerdo contigo —dijo—. Acepto tus disculpas, Paula. Y ahora, ¿Qué te parece si comemos algo?


Paula se quedó momentáneamente desconcertada con el cambio de actitud y de conversación de Pedro. Sin embargo, apagó el ordenador y se levantó para echarle una mano con la ensalada y el pan de ajo. Momentos más tarde, mientras ponía la mesa, le asaltó una duda. ¿Había sido sincera al afirmar que no buscaba la perfección en los demás? Y, si lo había sido, ¿no estaría cometiendo el error de aislarse del mundo precisamente porque sabía que la perfección era imposible?



Las cuadrillas ya habían despejado las carreteras al día siguiente. Pedro había organizado y repartido el trabajo antes de que Paula se levantara, así que no estaba presente cuando ella bajó a la cocina. Y como Rosa se había ido de compras a Calgary, tuvo que desayunar completamente sola. Cuando terminó, alcanzó la cámara, se la colgó del cuello y se puso el impermeable rojo de la ropa de esquí que le habían prestado. Pero le pareció que hacía bastante frío, de modo que también se puso unos guantes y un gorrito de lana con un pompón de estilo funky en lo alto. A fin de cuentas, la necesidad de estar caliente no estaba reñida en modo alguno con la originalidad. Sin embargo, el frío le preocupaba menos que la perspectiva de volver a ver a Pedro. Le había confesado cosas que no le había contado a nadie y, como tantas otras veces, se dijo que sería mejor que mantuviera las distancias con él y adoptara una actitud exclusivamente profesional. Estaba allí para hacer fotografías. Y eso era lo que iba a hacer.

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