lunes, 28 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 74

Detuvo el coche en el vado, se quedó mirando la casa durante unos momentos y, a continuación, salió del vehículo. Después, sacó el equipaje del maletero y caminó hasta la puerta. Pero no tuvo ocasión de llamar, porque su abuela abrió enseguida, con una gran sonrisa en los labios.


—¡Estás aquí! —dijo, entusiasmada.


—Hola, abuela.


La anciana le dio un abrazo.


—Ah, mi preciosa niña. No estaba segura de que vinieras.


—Pues he venido.


—¿Qué tal el viaje?


—Solitario y aburrido. El tráfico estaba fatal.


Su abuela la llevó al interior de la casa.


—¿Has comido algo?


Paula sacudió la cabeza.


—No, solo un sándwich en el avión.


—Pero habrán pasado horas desde entonces. Deja el equipaje en tu habitación y ve a la cocina. Te serviré algo.


Ella asintió y subió a su dormitorio, que estaba tal como lo había dejado la última vez, antes de que se marchara a Sídney. Sus viejos cuadernos y bolígrafos seguían en el cajón de la mesa, y hasta encontró un pintalabios que ya se había secado. Su abuela no había cambiado nada, y ella se preguntó por qué. ¿Tal vez porque tenía la esperanza de que volviera a casa algún día? Con el corazón encogido por la emoción, salió del dormitorio y se dirigió a la cocina, donde miró detenidamente a Marta. Había envejecido un poco, pero seguía siendo la misma mujer de cabello blanco y ojos brillantes.


—Siéntate, cariño.


Ella se sentó a la mesa y echó un vistazo a su alrededor mientras su abuela le servía la comida.


—¿Dónde está Delfina?


—Supongo que estará con Juan Cruz, dando los últimos toques a los planes para el festival de mañana. Lo ha estado ayudando, ¿sabes?


—¿Delfina? ¿Y Juan Cruz? ¿Trabajando juntos? —preguntó Paula, arqueando una ceja—. ¿Y no han terminado en el hospital?


Su abuela la miró.


—Al contrario. Parece que se llevan muy bien.


—¿Y Nadia?


—Mariano y ella llegan mañana.


—¿Mariano?


Paula se quedó tan sorprendida que estuvo a punto de atragantarse con el primer bocado. No entendía nada. La última vez que había hablado con Nadia, su hermana le había dicho que el conde no era más que una espina clavada. Aunque, por su tono de voz, había sospechado que había algo entre ellos.


—Sí, parece que está muy enamorada de él —declaró su abuela, mientras le cortaba un poco de pan—. Pero aún no me has dicho nada de tí. ¿Qué tal tu viaje?


Paula bajó la cabeza y miró el plato.


—Bien, muy bien. El señor Alfonso tiene un centro maravilloso, y los niños son encantadores. Le he dejado un CD lleno de fotografías.

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