lunes, 7 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 29

 —¿Por qué te has ido? —preguntó él cuando se tranquilizó—. Te iba a presentar a las madres de los chicos.


—No sabía que me las quisieras presentar.


Él frunció el ceño.


—Quería que hablaras con ellas y les pidieras permiso para fotografiar a Fiorella y a Tomás —dijo—. Están invitadas a la fiesta de Navidad, así que volverán la semana que viene... Supongo que puedes hacer las fotos entonces. Pero, desgraciadamente, la de hoy ha sido la última sesión del año con los chicos.


—Si hubiera sabido que estabas tan interesado... —declaró ella, sintiéndose culpable—. He pensado que sería más fácil si me limitaba a sacar fotos del cercado vacío.


Pedro arqueó una ceja.


—¿Y qué sentido tiene eso? El sitio donde hacemos las cosas no es tan importante como las personas para las que trabajamos —observó.


Paula se mordió el labio inferior. Evidentemente, no le podía confesar que no se había marchado porque quisiera hacer fotos del exterior, sino porque se había puesto a pensar en su familia y se había deprimido.


—Pero las fotos que quieres son más difíciles de hacer.


—¿Más difíciles?


—Por supuesto. ¿Crees que Fiorella y Tomás estarían dispuestos a posar?


—¿Y por qué quieres que posen? ¿No es mejor que los fotografíes mientras están trabajando? —preguntó él.


—Bueno...


—Eres una profesional, Paula —la interrumpió—. Estoy seguro de que se te ocurriría algo que funcione.


—¿Algo que funcione? —preguntó ella, ofendida—. Has acertado al decir que soy una profesional, Pedro. Y, como lo soy, no me voy a conformar con algo que simplemente funcione, como dices. Quiero hacer un buen trabajo. Un gran trabajo.


Él dió un paso adelante, y su proximidad la afectó hasta tal punto que tuvo la sensación de que su cuerpo vibraba.


—No me interesa la perfección —sentenció él.


—Puede que a tí no te interese, pero yo no me conformo con menos —replicó Paula.


—No, seguro que no.


Pedro lo dijo con tanta arrogancia que ella deseó darle una bofetada y borrar la sonrisa irónica de sus labios. Pero, naturalmente, se contuvo.


—¿Y qué me dices de la compasión, Paula? ¿No te parece más importante?


Paula se sintió como si la bofetada que no le había dado se hubiera vuelto contra ella.


—Vaya, sabes dónde disparar para hacer daño —protestó.

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