lunes, 7 de abril de 2025

Conquistar Tu Corazón: Capítulo 28

 —¿Abril Zerega?


—Sí. Su caso no se parece nada al de Fiorella y Tomás. Es una niña de seis años que tiene una discapacidad neuronal y va en silla de ruedas.


Él se alejó un momento para ayudar a los niños con los caballos, y Paula contempló la escena en la distancia. Pedro era tan paciente y tenía tanta mano con los pequeños que se sintió inútil en comparación. Además, aún se sentía insegura por lo que le había dicho sobre su búsqueda de la perfección. ¿Sería posible que estuviera en lo cierto? ¿Estaría esperando inconscientemente que la gente fuera perfecta? No podía negar que, cuando era más joven, había deseado muchas veces que sus padres fueran distintos. Deseaba que dejaran de pelearse, que se quisieran, que tuvieran un matrimonio feliz; pero, al final, Miguel siempre se cansaba de la actitud de Alejandra y ésta siempre se iba de casa con ella y sus hermanas. De no haber sido por la presencia de su abuela, su infancia y su adolescencia habrían sido un desastre. Por supuesto, Paula intentaba ser una buena hermana mayor para Delfina y Nadia; intentaba llenar su vacío emocional y ejercer de madre, pero no lo conseguía. Y en ese momento, muchos años después, tenía la sensación de que sus hermanas se llevaban como el perro y el gato por culpa suya, porque se había esforzado demasiado y le había salido mal. En cambio, Pedro afrontaba y solventaba problemas incomparablemente más graves que los de su familia con aparente naturalidad. Era el hombre más seguro que había conocido. Parecía cómodo en cualquier situación. Sin embargo, se dijo que había una diferencia importante entre ellos. Pedro estaba en su espacio, en su casa, en su esquina del mundo. Y ella no se sentía en casa ni cuando estaba en su apartamento de Sídney ni cuando volvía a Beckett’s Run. Era como si no perteneciera a ningún lugar. Dejó de mirarlos, les dió la espalda y se mordió el labio inferior. Solo llevaba dos días en Bighorn, y ya estaba pensando en cosas en las que no quería pensar. Aquello no tenía sentido. Obviamente, no podía cambiar el pasado. Y tampoco podía conseguir que la gente encajara en el mundo perfecto que quería. Lo había intentado muchas veces y lo había dejado por imposible. Salió del granero y empezó a hacer fotografías del cercado y de la fachada exterior del edificio. No eran composiciones de gran valor artístico, pero Pedro no estaba esperando arte, sino imágenes que pudiera utilizar en su campaña publicitaria. Al cabo de unos minutos, él se acercó.


—¿Paula?


Ella se dió la vuelta y lo observó con detenimiento. Caminaba a grandes zancadas, y se movía con una elegancia de lo más sexy. Llevaba el sombrero inclinado, así que no le vió bien la cara; pero veía sus labios, y fue suficiente para estremecerla.


—¿Qué estás haciendo aquí?


—Mi trabajo —respondió—. Por cierto, ¿Hay alguna forma de subirse al tejado del granero? Me gustaría hacer fotos del cercado desde arriba.


Él asintió y se frotó la mandíbula.


—Bueno... Supongo que te podría subir con una cuerda y una polea.


Ella se quedó atónita.


—¿Cómo?


Pedro rompió a reír y Paula supo que le estaba tomando el pelo.

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