lunes, 1 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 31

Los dedos de Pedro se quedaron quietos y apretaron más sus brazos. Luego tiraron de ella.. Paula cerró los ojos y se entregó al momento. No pensó en el pasado, y ciertamente, no en el futuro. Se concentró en la sensación de volver a estar en brazos de Pedro, absorbiendo el calor de su cuerpo, y levantó los labios para el beso. La boca de él, insegura al principio, rozó la de ella como si no pudiera creer que la estuviera besando. Fue un beso dulce y suave. Luego un poco más firme, más hambriento. En respuesta, ella sintió un cosquilleo en el estómago. Un latido, un deseo largamente reprimido. Ella gimió, y él dejó de besarla para mirarla a los ojos. Pero luego la volvió a besar profundamente, con una intimidad que la sobresaltó, y que la asustó con su familiaridad. Fue excitante, reconfortante, como volver a casa. Él le abrió los labios con la firme presión de su lengua y exploró su boca. Ella lo recibió, deseosa, y sus lenguas jugaron eróticamente, haciendo que los muslos de ella se debilitasen de excitación.  Él la apretó contra su cuerpo, y la sensación de sus pechos contra él, separados de su pecho viril sólo por la fina y sedosa tela de su vestido, la hizo estremecerse Ella deslizó las manos por debajo de la chaqueta de Pedro acarició los músculos de su espalda a través de la camisa. Ella quería quedarse así, cerca de él, besándolo, saboreándolo… Amándolo… Aquel sentimiento fue como un golpe que la despertó. En vista de su intensidad, no podía sino admitir que lo amaba. Lo amaba, lo deseaba, lo necesitaba. Aquello le dió terror. Se puso tensa. Aquello permitió que aflorase a la conciencia la verdad de la situación que existía entre ellos. Ella se apartó de sus brazos y se agarró al parapeto del puente, desesperada por sujetarse a su solidez. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? Había sido una idiota. Se había dejado llevar por la tensión sexual que había existido entre ellos desde el momento en que habían dejado el restaurante. ¡Y ella que había querido mantenerse estrictamente con él en el terreno profesional!


—No hemos debido hacer eso —dijo ella con voz temblorosa, pero más controlada de lo que esperaba.


Pedro estaba de pie allí, con los puños apretados a los lados de su cuerpo, con cara de asombro.


—No ha sido… Quiero decir… No quería hacer esto. Realmente no quería besarte —dijo ella, nerviosa.


Él la miró sin decir una palabra. ¿A quién quería engañar?, pensó ella, y sabía que él también lo estaba pensando. Sintió ganas de llorar, pero se pasó el dorso de la mano por los ojos para borrar aquellas lágrimas que lograron asomarse. Paula se dió la vuelta y se marchó al hotel lo más rápidamente que pudo. Cuando llegó a la habitación, cerró la puerta y se puso a llorar. Después de mucho tiempo, había podido sacar a la superficie sus sentimientos. Había dejado aflorar la emoción cuando había besado a Pedro, y al hacerlo, había dejado abierta la puerta que ocultaba y controlaba el dolor. Ahora lo había dejado escapar. 

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