viernes, 19 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 70

 —Aceptó encantada —dijo Pedro—. Giselle se ha comprometido a firmar un acuerdo formal. En él se especifica que está de acuerdo en que me lleve a André a vivir fuera del país.


Pedro le acarició la mejilla. El calor de su mirada casi derritió a Paula.


—Quiero traerlo aquí. Si tú estás de acuerdo. Quiero que crezca en el Valle de Barossa y que tenga la infancia que tuve yo, con gente que se ayuda mutuamente y que se preocupa por los demás. Y quiero que viva con sus hermanos y hermanas.


Paula se apretó contra su pecho, reprimiendo un sollozo. No era justo que llorase en aquel momento, en que iba a tener todo lo que quería en la vida. Abrazada a él oía el latido de su corazón.


—¿Cuántos hermanos? —preguntó, sonriendo.


—¿Cuántos quieres?


—Bueno, empezaremos con uno, después ya veremos —dijo ella.


—Podemos empezar ahora. Hay tiempo hasta la hora en que tenga que ir al aeropuerto —respondió Pedro mirando su reloj.


—¿Te marchas?


—Tengo que marcharme. Para firmar el acuerdo. Quiero que esté firmado cuanto antes.


Ella asintió, incapaz de hablar por la alegría que sentía.


—¿Por qué nos ha llevado tanto tiempo solucionar esto? Otra gente se conoce, se enamora y se casa… ¿Por qué nos ha costado tanto llegar a esto? —dijo Pedro.


—Bueno, cuando nos conocimos, éramos jóvenes… —respondió ella.


—Pero yo sabía lo que quería. Y no me equivocaba. Sabía que te amaría siempre. Y no ha cambiado nada desde entonces.


Paula asintió lentamente.


—Yo no dejé nunca de amarte, Pedro. Y jamás dejaré de hacerlo.


Se besaron apasionadamente hasta quedarse sin aliento. Paula dejó de besarlo y le dijo:


—¿Vas a pedirme que me case contigo?


—Sí. Y aunque me digas que no, jamás dejaré que te marches de mi lado.


—Entonces será mejor que acepte —Paula le dió un beso en los labios—. Pero ¿Qué vas a hacer con tu trabajo?


—¿Con mi trabajo?


—Sí, en L’Alliance…


—Ah, no lo hemos hablado… Paula, si quieres, podemos volver a comprar Vinos Chavland.


—¿Hablas en serio?


Él asintió.


—Todavía tengo el dinero que le dieron a mi padre por el lagar de nuestra familia, y puedo reunir más si hace falta. Estoy seguro de que tu primo Simón se involucraría en el proyecto. Tal vez Mauricio también. Volvería a ser un lagar familiar. Y podríamos pasárselo a nuestros hijos.


Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas.


—Pero sólo si quieres hacerlo. Es tu lagar. No quiero que pienses que quiero ocupar tu lugar —dijo Pedro.


—Me encanta la idea —respondió Paula, cuando pudo disolver el nudo que tenía en la garganta.


Ella hubiera dado cualquier cosa por ver la reacción de su padre ante aquella posibilidad y el brillo de orgullo de sus ojos.


—Tu padre estaría muy orgulloso de tí—dijo Pedro, como si le hubiera leído el pensamiento—. Estaría orgulloso de lo que has logrado, tengamos éxito o no en esto.


El corazón de Paula estaba henchido de amor.


—Lo tendremos, no lo dudes —respondió Paula. 






FIN

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