viernes, 19 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 69

Pero Pedro era demasiado íntegro para hacer eso. Agarró el teléfono, y luego agitó la cabeza ante aquel impulso de llamarlo. Ni siquiera habría llegado a Francia todavía. El viaje era muy largo. Y cuando llegase, lo que menos debía hacer era llamarlo. Caminó hacia la ventana. Miró el paisaje de viñedos. No iba a tener un solo minuto para pensar en él, con todo el trabajo que se avecinaba. Como otros años, toda la comunidad se implicaría en la vendimia. Había peleado con uñas y dientes para salvar a aquella comunidad de un futuro incierto, y había ganado. Sentía una gran satisfacción. Su trabajo sería recompensado al ver a sus vecinos y amigos celebrando otra exitosa cosecha. Ojalá… Cerró los ojos y se dijo que no tenía sentido desear que Pedro estuviera allí para compartir aquella experiencia con él. Simplemente porque no ocurriría. Después de un momento, abrió los ojos y vió un taxi blanco aproximándose hacia el lagar. Se preguntó vagamente si serían turistas en busca de una degustación de vinos. Tamara se ocuparía de ellos. Desvió la mirada hacia las colinas y dejó que su vista descansara sin concentrarse en nada, mientras pensaba en lo siguiente que debería hacer. Oyó la puerta de su despacho y se secó las lágrimas antes de darse la vuelta.


—¿Pedro?


¿Era él? ¿No era una visión? Era Pedro. Estaba en su despacho.


—No comprendo.


A juzgar por sus ojeras, él tampoco había dormido.


—Tengo que hablar contigo —se acercó a ella, pero no la tocó.


El tono angustiado de su voz la preocupó.


—¿Qué ocurre?


—El error que cometí la otra vez fue dejar que te fueras de mi lado sin pelear por lo que yo quería. Sin pedir lo que deseaba.


—Sí —susurró ella.


—Esta vez, no lo haré. Me ha llevado un tiempo aprender la lección, pero la he aprendido. No cometeré el mismo error.


Paula se quedó mirándolo.


—Lo que yo quiero es teneros a ambos conmigo, a tí y a André. ¿Es mucho pedir?


—Pero no puedo marcharme…


—No. No puedes dejar Vinos Chavland, lo sé. Lo comprendo. Así que…


—¿Qué?


—He tenido una idea —declaró Pedro—. He pensado que si le ofrezco bastante dinero a Giselle, es posible que ella renuncie a la custodia de André voluntariamente. No sé por qué no se me ha ocurrido nunca antes. Pero se ve que la desesperación me ha servido de inspiración —sonrió—. He estado hablando con mi abogado toda la noche, mientras él le hacía la oferta a Giselle.


—¿Y aceptó? 

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