miércoles, 24 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 8

La había necesitado tantas veces esa noche que Paula perdió la cuenta. Sobre los almohadones del salón y luego en su dormitorio, en una cama con dosel. Y ahora, por fin, entendía por qué había temblado la casa con paredes de papel, aunque aquello había sido poco comparado con lo que ella estaba experimentando. Pedro era una fantasía, un sueño del que no quería despertar. Pero cuando amaneció él seguía allí, mirándola como si fuera una revelación, de modo que se quedó. Los días y las noches se mezclaban y empezó a pensar que aquel sueño no iba a terminar nunca. Cuando por fin pudo localizar a Jimena, le dijo a su amiga que no terminaría el viaje con ella. Porque había conocido a un hombre. Después de las burlas, era muy satisfactorio ser la única que había encontrado a alguien, la única que estaba teniendo una salvaje y deliciosa aventura. La única que se había enamorado. Pedro era tan apuesto, su tigre. Un hombre que había puesto del revés todo lo que creía sobre sí misma. Se quedaron en la casa del árbol durante días y después la llevó a un hotel de su propiedad en Siem Reap.


—Deberíamos ir a Europa —dijo Pedro mientras cenaban en el mejor restaurante de la ciudad.


Paula había dejado su trabajo de camarera para ir a Camboya, pero eso no era un problema porque siempre le había resultado fácil conseguir empleo. Además, había pagado su parte del alquiler mensual del departamento que compartía con Jaia. No había ninguna razón para no ir con él a cualquier parte. A todas partes.


—Pero hay tantas cosas de tí que no sé —le dijo. —Yo te lo he contado todo sobre mí.


—No creo que me lo hayas contado todo —replicó Pedro, empujando hacia ella una tentadora tarta de chocolate. —Estoy seguro de que hay muchas cosas que no sé. 


—Pero no hay muchas cosas que no hayas visto.


Era desvergonzada con él y jamás hubiera imaginado que pudiera serlo. Pero Pedro la encendía, la convertía en una extraña y ella quería ser esa extraña. Una mujer salvaje, sensual, que no tenía límites en la cama, con un hombre increíble que la encendía con una simple mirada. Pero sabía que estaba viviendo una fantasía, que la realidad estaba a la vuelta de la esquina. Él debía tener un trabajo, debía tener una vida. Y empezaba a intuir que no era allí, pero Pedro no le contaba nada sobre sí mismo.


—Claro que trabajo, pero suelo hacerlo mientras tú duermes —le había dicho después de pasar una semana en el hotel. —Pronto tendré que volver a mi vida normal, pero…


—¿Y cómo es tu vida normal?


—Eso es algo que no te concierne.


Esa debería haber sido la primera señal de que para Pedro la relación no significaba lo mismo que para ella. Pero cuando una semana se convirtió en otra y en otra, cuando viajaron a Inglaterra, a Francia y a Suiza, Paula olvidó ser precavida. Se olvidó de Jimena, del departamento. Se olvidó de la vida que había dejado atrás como si no tuviese la menor importancia. Estaba enamorada. Por primera vez en su vida, estaba locamente enamorada.

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