lunes, 22 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 5

 —Espera un momento —dijo él, antes de desaparecer en una habitación. Volvió unos segundos después con un kimono de seda colgado de una percha. —Deberías cambiarte inmediatamente. Estás empapada.


—Pero yo…


El corazón de Paula estaba enloquecido y no sabría decir por qué.


—Puedes cambiarte en el baño —dijo él, señalando una puerta.


Debería pedirle que la llevase de vuelta… ¿Dónde? No habían reservado hostal en Siem Reap y no sabía dónde estaban Jimena y las chicas. Pero, por el momento, lo mejor sería esperar a que dejase de llover. Cuando entró en el baño se quedó boquiabierta. Al contrario que el exterior de la casa, el baño era moderno y mucho más lujoso de lo que uno podría haber esperado en una vivienda construida sobre un árbol. ¿Quién era aquel hombre? Temblaba mientras se quitaba el empapado vestido, pensando que estaba desnuda en la casa de un extraño, sobre un árbol, en medio de la jungla. Casi le daban ganas de reír. Aquella no era la aventura que había imaginado, pero era una aventura. El kimono era precioso, de color jade, con un bordado de grullas sobrevolando el paisaje. Ella nunca se había parado a pensar en su aspecto físico. Ser guapa no ayudaba a sobrevivir. Al contrario, atraía una atención masculina que no deseaba. Pero en aquel momento, en aquel sitio tan extraño, se sentía hermosa. Y tal vez eso debería preocuparla. Estaba sola con un desconocido, pero no tenía miedo. Seguía siendo un tigre, pero ya no temía lo que pudiese hacerle. Salió del baño sujetando innecesariamente los bordes del kimono sobre el pecho. Y allí estaba él, con un pareo de seda azul, el ancho torso desnudo, los abdominales bien marcados.  Se quedó atónita al verlo, tan fuerte, tan imponente, recostado sobre unos almohadones, con una tetera y dos tazas frente a él. Como si no fuese el hombre más apuesto que había visto en toda su vida. Como si no fuese letal. Pedro había dicho que se llamaba. No tenía acento camboyano, sino algo diferente, pero podía ver el legado de aquel hermoso país en su rostro anguloso. Parecía un hombre que encajaría en cualquier sitio y en ninguno. Como si pudiera ser parte de cualquier cultura, pero siempre distinto porque era demasiado singular.


—Ven —le dijo, haciéndole una seña. —Toma el té mientras está caliente.


Paula podía oír el estruendo de la lluvia golpeando el tejado de la casa.


—Gracias —murmuró, inclinándose para sentarse a su lado sobre los almohadones.


—¿Entonces has venido aquí en una búsqueda espiritual? —le preguntó él. —¿O pensabas ganar seguidores en internet haciéndote selfis en las ruinas del templo?


Ella negó con la cabeza.


—No, no es eso. Nunca había podido viajar hasta ahora y me pareció una oportunidad maravillosa.


Estaba a punto de decir algo sarcástico sobre el desastroso viaje, pero la verdad era que no olvidaría nunca aquel momento. Sentada al lado de aquel hombre que la miraba con tanta atención sentía como si aquella fuese la aventura que había soñado sin saberlo siquiera.

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