viernes, 12 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 52

Paula estaba limpiando El Granero. Pedro la estaba ayudando.


—¿Hay algo más que hacer? —preguntó él.


—No. Hemos terminado —Paula miró alrededor una vez más, desde la cesta con productos locales en la cocina, a las flores frescas que había dejado en la mesa baja—. Vámonos —dijo, satisfecha.


Bajaron la colina bajo el calor del sol, ella con una bolsa y él con sus maletas.


—Haces trabajos muy diversos, ¿No? —dijo él—. Poca gente pasa de trabajar en marketing internacional a limpiar una casa en el mismo día.


—Supongo que tú piensas que debería emplear a alguien para hacerlo, pero yo no lo veo así. Me gusta dejar El Granero listo para que vengan visitantes. Aunque podría ser diferente en el futuro, por supuesto.


Si ella tenía un futuro allí, pensó.


—¿Quieres decir cuando cuadrupliques el número de casas de huéspedes?


—Sí. He pensado que podríamos ir a la vieja granja, para que vieras los edificios que planeamos remodelar. ¿Qué opinas?


Él asintió.


—¿Cuánto tiempo nos llevará?


—Déjame que lo piense… Media hora, como máximo, de ida, y otra media de vuelta. Y una media hora ver el sitio. ¿Por qué?


—Tal vez deberíamos llevarnos algo para hacer un picnic.


Ella se excitó al pensar en ello.


—Es una buena idea. Prepararé lo necesario para un picnic mientras tú te instalas en tu habitación.


—No. Lo haré yo mientras tú te duchas y te cambias —la miró—. Supongo que vas a cambiarte, ¿No?


Ella se miró.


—Ni yo salgo con este aspecto —dijo riéndose. 


Se señaló los viejos pantalones de chándal y la camiseta grande y cómoda que había usado para limpiar. No se le había ocurrido preocuparse por Pedro cuando se había vestido así. ¿Estaba tan cómoda con él? Lo acompañó a su habitación. Luego le señaló el cuarto de baño y el salón. Y se dirigió a la cocina.


—Llevaré la nevera de picnic —dijo ella.


—Me parece bien.


—Bueno, te dejo que prepares la comida, entonces. Hay hielo en el congelador y comida en el frigorífico y en la despensa —Paula señaló una puerta en una esquina de la habitación—. Que te lo pases bien.


En la ducha, Paula se preguntó si habría hecho bien en invitarlo a su casa, pero intentó no preocuparse. Ya era demasiado tarde para hacerlo. No podía pedirle que se marchase nuevamente. Además, por unos días podía controlar sus sentimientos, ¿No? Bueno, tendría que hacerlo. Se puso una falda floreada y una blusa blanca de estilo campesino. Le gustaría a Pedro, se dijo. En cuanto lo pensó, se lo reprochó. ¡No tenía que gustarle a él! Ella se vestía para sí misma, se dijo. 

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