viernes, 12 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 55

 —Por supuesto…


Pedro tenía que ver los números antes de comprometerse, pero ahora estaba de su parte. Ella lo sentía. Y era estupendo. Tenían hambre, así que eligieron un lugar cerca de una de las cabañas para hacer el picnic.


—Hoy te sirvo yo —dijo Pedro cuando ella fue a abrir la nevera portátil.


Al ver que él insistía, Paula se sentó y esperó.


—Espero que te hayas acordado de traer un sacacorchos. No hemos cambiado los corchos todavía.


Pedro puso los ojos en blanco.


—¿Crees que me iba a olvidar de eso, con mis orígenes?


—No, supongo que no…


Pedro le dió un vaso de Chardonnay frío, y mientras ella lo saboreaba, él sacó unos sándwiches de un recipiente y le ofreció uno.


—Mmm… Tienen muy buen aspecto —dijo ella.


—Tal vez empiece a cocinar pronto —comentó Pedro.


Ella lo miró. Parecía mucho más relajado que cuando había llegado.


—Es la segunda vez que hablas de que vas a aprender a cocinar. ¿Echas de menos las comidas de tu madre?


—No. No es eso —respondió él, sorprendido.


—¿Por qué entonces?


—Voy a tener que demostrar que soy capaz de cuidar a André si… Cuando me den su custodia. Los jueces no me la darán si piensan que soy incapaz de satisfacer sus necesidades básicas —se puso serio—. No saben que eso sería preferible a dejarlo con Giselle. Ella se ocupa de lo básico, pero nada más. No lo cuida bien.


—¿No?


—No se ocupa de su felicidad —respondió él amargamente—. No le da el afecto necesario.


Ella lo miró un momento.


—Eso es terrible. ¡Pobre André! No me extraña que estés desesperado por quitárselo. 


—Desesperado es la palabra correcta. La felicidad de mi hijo es lo primero ahora. No dejaré que nada se interponga en su camino. Ni mis propias necesidades ni nada.


Paula tomó un sorbo de vino. Aquélla había sido la confirmación de que no había futuro para ellos. Pero ella comprendía su determinación. Y no haría nada para complicarle más las cosas a Pedro.


—Pedro, ¿Puedo preguntarte algo personal?


Pedro pareció dudar, pero luego asintió.


—¿No sabías cómo era Giselle cuando te casaste con ella?


—Bueno, no. Apenas la conocía.


—Entonces, ¿Por qué te casaste con ella?


Pedro tomó un trago de vino y movió el vaso suavemente mientras miraba el vaivén del líquido.


—Paula, no es fácil para mí hablar sobre esto.


—¿Crees que es fácil para mí preguntártelo?


Él la miró un momento, luego se frotó los ojos con el pulgar de su mano libre.


—Me casé con Giselle porque ella me lo pidió. Suena patético, ¿No? — bebió el vino que le quedaba.


Paula sintió un estremecimiento. Se quedó callada. 


—Nos conocíamos desde hacía años. Era la hija del dueño de un viñedo vecino. Pero no la conocía bien como… —Pedro hizo una pausa y tragó saliva varias veces.


Ella debería haberle dicho que no siguiera si no quería. Pero necesitaba saber lo que le iba a contar.


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