miércoles, 3 de julio de 2024

Rencuentro Final: Capítulo 39

 A la mañana siguiente, Paula se vistió cuidadosamente para la reunión de la junta directiva. Se puso un traje color crema y una blusa de lino. Le temblaron las manos cuando se abrochó los botones. Le había dicho a Pedro que les pediría a los directores que la apoyasen. Ellos sabían cuánto había trabajado ella, lo que el lagar significaba para ella, y que su padre le había pedido inmediatamente antes de su muerte, que ella continuase el trabajo de su vida. Lo sabían todo. Pero nada de ello les había impedido votar a favor de la venta. Ella había intentado convencerlos para que no lo hicieran, para que no vieran más que las ganancias en aquella transacción. Pero sólo su primo Simón había votado a favor de ella. Entonces, ¿Por qué iban a apoyarla ahora? Se miró en el espejo, y puso cara de pena. Pero sucediera lo que sucediera, ella le debía a su padre oponerse a L’Alliance, y no pensaba fallarle otra vez. Debía mantener la calma y la dignidad. No podía derrumbarse. No iba a permitir que vieran lágrimas en sus ojos. Y menos que Pedro la viera llorando. Todavía recordaba su manipulación cuando la había besado. Menos mal que se había dado cuenta de que aquello era una maniobra. Las ganancias eran importantes, por supuesto, sin ellas el lagar se iría abajo, como le había sucedido al del padre de Pedro. Evidentemente, él estaba influido por aquel hecho. Había amado ese lagar. Pero las ganancias no lo eran todo. Había familias enteras que dependían de aquel negocio. No sólo las de sus empleados directos, sino las de los productores de vid cuyos viñedos eran su medio de vida. Su vida. Y no los iba a traicionar a ellos, y a su padre. Si ahora votaban en su contra, al menos tendría la satisfacción de haber luchado hasta el final. Oyó la voz de Tamara. Y a los pocos segundos la puerta de su habitación se abrió y su amiga asomó la cabeza.


—Estaba pensando… ¿Podrías comprarme una cosa en Adelaide? Alguna ropa de bebé para Micaela Paula…


—¿Qué? —en lo último que había pensado Paula aquel día era en ropa de bebé.


Agarró la chaqueta negra y se la puso. Tamara la miró en el espejo ponerse erguida y arreglarse las solapas de la chaqueta.


—Sólo es una reunión de la junta directiva, Paula.


—Lo sé.


No podía decirle a Tamara que era la reunión más importante de su vida.


—Entonces, ¿Por qué te has comido las uñas? Creí que habías dejado esa costumbre hace años…


Paula se miró las uñas y se maldijo.


—¿Vas a contarme lo que sucede?


—No sucede nada.


—¿Por qué te pone tan nerviosa esta reunión? Has tenido muchas. Y jamás te han afectado así.


—No estoy nerviosa —evitó la mirada de Tamara—. Pedro va a estar allí. Vamos a solucionar algunas cosas. Eso es todo.


—¿Va a hablar acerca de su inspección?


—Mmm… Supongo —miró su reloj—. Tengo que irme ya.


Tamara le dió el dinero para el regalo, y le dijo que no se preocupase por el informe de Pedro. Era rutinario. 

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