miércoles, 3 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 38

Paula lo miró como si quisiera matarlo. No la culpaba. Él no sólo era el mensajero sino el autor de su derrumbe, pensó Pedro. Pero le haría la recomendación se quedara o se fuera. Él se dió la vuelta y de espaldas a ella dijo:


—La primera opción es aumentar la producción comprando mayores cantidades de materia prima. Los costes, sin embargo, podrían mantenerse comprando más barato. He preparado un cuadro de comparación de costes.


Él fue a su ordenador, abrió un archivo, giró el ordenador y se lo mostró a Paula. Ésta se sentó erguida y miró la pantalla.


—Cuando dices materia prima, ¿Te refieres a las uvas? ¿El corazón y alma del vino?


—Sí —respondió él simplemente—. En el cuadro verás la cantidad de fruta que podrías comprar si la importaras de otros estados, o incluso de otros países.


—Jamás.


—Por favor, mira las cifras. Éste no es momento para los sentimientos. Ten en cuenta los hechos. Hablan por sí mismos.


Ella apretó los labios y se echó atrás en la butaca. Pedro volvió a la pizarra blanca.


—Opción dos: Aumentar la cantidad de uva que compras en la zona.


Ella levantó la mirada y achicó los ojos.


—Para hacer esto tendrías que negociar precios más favorables con los productores de uva —comentó Pedro—. Si quieren el negocio, tendrán que aceptar. Si no… Hay otros productores.


Paula resopló.


—Si piensas que voy a hacer eso… —lo miró, furiosa. 


—Entonces tenemos la opción número tres: Puedes aumentar la producción empleando otros métodos de producción de los viñedos.


—¿Cómo?


Pedro se dió la vuelta para evitar ver el odio en la cara de Paula.


—Podrías aumentar la producción, sobre todo de Shiraz, metiendo agua a los viñedos secos.


—¿Estás bromeando? ¿Para qué quieres hacer eso?


—Ya te lo he dicho, para aumentar la producción.


—¿Y arruinar nuestro vino premiado? ¿El Century Hill? Es el viñedo en seco lo que le da el aroma y el cuerpo…


—Tendrías más cantidad para vender.


Ella lo miró. Pierre agarró el borrador.


—No puedo creer que digas eso. Tú debes saber lo ridículo que es… Y sabes que no puedo estar de acuerdo contigo.


Pedro borró la pizarra.


—Estoy haciendo mi trabajo —dijo, sin mirarla.


—Bueno, tu trabajo es horrible.


—Tienes hasta la reunión de la junta directiva de mañana para decidir qué opción prefieres. Si te resistes a las tres, recomendaré a la junta un cambio de director —puso el borrador en la base de la pizarra y se dió la vuelta.


Vió a Paula con la cara toda roja.


—Puedo decírtelo ahora: No voy a decidir ninguna de esas tres opciones.


—En ese caso, te deseo suerte en tu búsqueda de otro puesto —dijo Pedro. El corazón le latía enloquecidamente, como lo había hecho aquella mañana cuando había salido a correr, pero sin la agradable sensación que lo había acompañado.


—No pienses que voy a rendirme tan fácilmente —dijo ella con firmeza—. Presentaré mi caso a la junta directiva. Les pediré que me apoyen.


Él la miró sin decir nada. Se la comerían viva, pensó. No tenía la más mínima posibilidad.

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