lunes, 1 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 34

Paula abrió el maletero del coche y sacó su bolsa. Luego esperó a que Pedro dejara de hablar con Tamara y recogiera la suya.


—Dejé el ordenador portátil en tu casa ayer. Me gustaría trabajar un poco, si no te importa.


—De acuerdo. Yo también tengo trabajo urgente que hacer. Desharé el equipaje, y luego abriré la oficina.


Cuando Paula salió de la casa se encontró con Tamara apoyada en el coche, esperándola. 


—¿Qué le has hecho a Pedro? —preguntó Tamara.


Se quitó del coche y caminó con Paula a la oficina.


—¿Por qué? ¿Ha dicho algo? —preguntó Paula, irritada.


—No. Pero sucede algo.


—No. Estamos muy cansados. Eso es todo.


Tamara resopló.


—Bien, si no quieres contarme lo que sucede… Creí que éramos amigas…


—Lo somos —dijo Paula—. Eres mi mejor amiga, Tami. Sólo que… Pedro y yo no estamos de acuerdo en algunos aspectos de la dirección del lagar —suspiró—. No te preocupes, lo solucionaremos… —mintió.


—Hmm… De acuerdo. He pensado en invitarlo a cenar a casa esta noche. ¿Te importa?


—¿Y por qué va a importarme?


—Bueno, he pensado que podría haber ocurrido algo… Después de la cena… En el hotel…


Cuando estaban llegando al despacho de Paula, vieron que Pedro ya estaba en la puerta de la oficina.


—Shh… te va a oír… —dijo Paula—. No. Definitivamente, no ha ocurrido nada.


Paula fue por delante de Tmara y abrió la oficina con su llave, y se recordó que tenía que lubricar las bisagras de la puerta para que no chirriasen al abrir. No le contaría a Tamara lo que había pasado entre ellos, aunque insistiera. Evitó mirar a Pedro cuando entró.


—Vengo a hacerte una invitación personal —dijo Tamara a Pedro en tono alegre—. Si quieres venir a cenar esta noche a mi casa…


—Ah. No creo…


Por el rabillo del ojo, Paula notó que Pedro la miraba, pero ella mantuvo la vista en Tmara. Él parecía estar buscando una excusa para no ir a cenar a casa de Tamara.


—Bueno…


—Bien. Tomaré eso como un «Sí» —dijo Tamara—. Será divertido. Te avisaré cuando cierre la puerta de la bodega, y así podrás venir a casa conmigo. 


Él asintió, resignado.


—Gracias.


Paula pensó por un momento que podría usar a Tamara para hacer que él viera las cosas desde su punto de vista. Pero ella no hacía así las cosas; él tal vez sí… Encendió el ordenador bruscamente. Él miró en su dirección, sorprendido, pero ella lo ignoró, se sentó y se acomodó para escribir. Tenía que ocuparse de algo urgente relacionado con los fabricantes de las botellas, si no, éstas no llegarían a tiempo. Por más que hubiera preferido dejar solo a Pedro, el trabajo de ella era tan importante como el de él, y no podía dejarlo. Aunque ella no estuviera allí para ver la cosecha embotellada, el proceso estaría en marcha. Tenía que ser así. Muchos salarios dependían de ello. 

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