viernes, 26 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 11

Cuando unas semanas después el médico le dijo que no había perdido a su bebé, Paula se inclinó sobre sí misma, llorando de felicidad, de pena, los sentimientos mezclándose como una lluvia interminable. ¿Cómo era posible? No había perdido a su hijo, pero Pedro había desaparecido. La vida con la que había soñado se había esfumado porque él no era el hombre que había creído que era. Pero su hijo sí existía. Su hijo, de ella, no de Pedro. Solo suyo. El médico apretó su mano mientras lloraba y luego le dio un montón de folletos informativos con todas las opciones posibles. Paula se los llevó a casa, pero no tenía que mirar las opciones porque ya había tomado una decisión. Tendría a su hijo y no tenía miedo. Era feliz allí. La mujer que le había alquilado una habitación en su casa era muy amable y se alegró al saber del embarazo como no lo hubiera hecho su madre. Todo saldría bien. Le iría bien en aquel pueblecito que la había adoptado como su mascota americana. Les gustaba su acento y les gustaba ella. Aquello era parte de su aventura y se sentía más feliz y esperanzada que nunca. Todo era perfecto, salvo que a veces recordaba a Pedro y la pasión que había habido entre ellos. Y también recordaba cómo le había roto el corazón. Había confiado en él como no había confiado en nadie más, tanto como para desnudarle su alma. Por fin había creído que el amor existía, que era posible para ella amar y ser amada. Saber que no era así había estado a punto de destruirla, pero ahora tenía una razón para seguir adelante y eso era lo que iba a hacer. Todo era perfecto, pero una mañana, cuando iba a entregar una cesta de panecillos a un café de la zona, un conductor imprudente chocó de frente contra su coche. Todo era perfecto hasta que perdió el conocimiento y el mundo se convirtió en un borrón negro.




-Señor Alfonso, se trata de la joven, la señorita Chaves. 


Pedro Alfonso se dió la vuelta en el sillón giratorio para mirar el paisaje de Roma en todo su esplendor. Estaba cansado de Roma, cansado de todo. Había estado cansado de todo hasta que conoció a Paula Chaves. Esa tarde, en las ruinas del templo, ella le había parecido cosa del destino y había sido tan idiota como para dejarse llevar por esa idea tan ridícula. Le enfurecía haber dejado entrar a nadie en su vida en ese momento y Paula había pagado esa furia. Todo había sido culpa suya. Tal vez su padre había tenido razón después de todo. Tal vez había una debilidad en él; una debilidad que él había querido quitarle a golpes. Pero no lo había conseguido. Y ella había puesto su vida patas arriba. Había sido todo lo que deseaba, todo lo que anhelaba. Nunca había sido así con nadie. Llevar el control era lo más importante para él y con ella no tenía control alguno.

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