lunes, 15 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 56

 —Cuando te marchaste, supe que no iba a volver a amar, así que acepté casarme con Giselle.


Paula se movió bruscamente y volcó su vaso. Miró cómo el vino mojaba la manta que habían puesto para el picnic. Pero ninguno de los dos se movió para limpiarlo.


—¿No amabas a Giselle?


—Por supuesto que no —dijo, molesto—. Pensé que, ya que jamás iba a poder casarme por amor, al menos debía darles un nieto a mis padres — suspiró—. Para asegurarme de que el lagar siempre quedaría en la familia—se rio sin humor—. Irónico: Yo le dí a mi padre el nieto que quería, y él se deshizo del lagar —siguió Pedro con amargura.


—¿Por qué se rompió el matrimonio?


—Jamás debimos habernos casado —miró a Paula—. Creí que podía hacerlo funcionar, pero un matrimonio que no está basado en el amor está condenado desde el principio al fracaso.


La rabia reprimida y el dolor hicieron que Paula se pusiera de pie y corriese hacia los viñedos. Atravesó el terreno hasta llegar a ellos. No había sido la única que había sufrido por la decisión de Pedro de quedarse en Francia. Él no lo había pasado nada bien. Giselle no se había merecido un matrimonio sin amor, y lo peor y más importante, también André, un niño inocente, había sufrido las consecuencias. De pronto oyó unos pasos detrás de ella. Se dió la vuelta y miró a Pedro.


—¿Por qué simplemente no viniste a Australia conmigo? Si lo hubieras hecho no hubiera sucedido nada de esto…


—Oh, Paula… No podía…


—¿Por qué no?


—Eso ocurrió cuando me enteré del estado del lagar. Y de que mi padre no tenía sentido común para los negocios. Estaba claro que si yo no hacía algo, lo perderíamos todo. Hice todo lo que pude, pero era joven. No sabía mucho sobre negocios entonces. Y la verdad, ya era demasiado tarde. Pero yo no lo sabía. Y quise intentar arreglarlo. ¿Qué habrías hecho tú en mi lugar? Lo mismo. Estoy seguro.


Por supuesto, pensó ella.


—Pero… ¿Por qué no me lo dijiste? Creí que no me amabas lo suficiente como para abandonar tu cómoda vida en Francia.


—¿Eso pensaste? No sé cómo pudiste hacerlo. ¿No era evidente cuánto te amaba?


—No. No después de que cambiases de parecer acerca de venirte conmigo a Australia. Quiero decir, lo teníamos todo arreglado. Habíamos hecho planes. Y luego tú dijiste simplemente que no podías hacerlo.


—Pero te pedí que te quedases. 


—Sí, lo que me confirmó que sólo me querías en tus términos. ¿Por qué diablos no me dijiste lo que ocurría? Deberías haber sabido que yo iba a comprenderlo…


—Me heriste demasiado cuando rechazaste quedarte conmigo. Tú habías tomado una decisión. Lo único que me quedaba era el orgullo. No quería rogarte.


—¿Rogarme? —ella agitó la cabeza, sin poder creerlo—. Me habría quedado de corazón.


Paula sintió un gran dolor por todo lo que habían perdido. Pedro le agarró el brazo, pero ella se echó atrás. Él juró en francés y pateó una piedra. Cuando levantó la cabeza, la angustia de su rostro la impresionó. Ella sabía que él estaba pensando lo mismo. Sin pensarlo, fue hacia Pedro. Él tiró de ella y se abrazaron. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario