miércoles, 10 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 47

Podía invitarlo a alojarse en su casa. El espacio no era problema. Por otro lado, podría serlo el que Pedro compartiese su casa. Pero tenía que superarlo. No sería por mucho tiempo. Y lo haría por el lagar.


—A lo mejor podría poner una tienda de campaña en el jardín… — Pedro señaló la zona para picnics que había frente a la vieja cabaña.


Paula se rió.


—Hay otra posibilidad mejor —dudó y luego dijo—: ¿Te importaría mudarte a mi casa?


—¿Estás segura? —Pedro la miró sorprendido.


—Bueno, me parece lo lógico. Tengo habitaciones de más, y lo mejor sería que estés cerca para que podamos trabajar juntos, como dijiste.


—Gracias. Estaré encantado de hacerlo. 


—Asunto arreglado, entonces. Si puedes llevarte las cosas del Granero a las diez más o menos, tendremos tiempo de limpiar antes de que lleguen los siguientes huéspedes.


—Te ayudaré a hacerlo.


—No.


—He sido yo quien lo ha dejado sucio.


—Es verdad… Bueno, si insistes, nos veremos allí.


Él salió del coche y ella puso el coche en marcha, pero entonces se le ocurrió una cosa:


—En cuanto a la cena… Los Himmel me han invitado a cenar para que vea a Micaela. Si quieres venir, no creo que les importe que me acompañes, si te apetece, por supuesto.


—No quiero ser una molestia, ahora que tienen un bebé tendrán más trabajo…


—No, no hay problema. Sólo será una barbacoa en el jardín de atrás. Compraré más carne. Entre nosotros, los invitados llevarán la comida, así que no tienes que preocuparte. Vendrá Tamara también, así que al menos conocerás a alguien más además de a mí.


—¿Tamara? —él frunció el ceño.


—¿Qué? ¿Han tenido algún problema ustedes dos?


—¿Te refieres a una discusión? No. Pero creo que es posible que… La haya decepcionado —comentó Pedro.


—¿Por qué?


—No quería decir nada, pero la verdad es que… Ella me pidió que…


Paula alzó una mano y dijo:


—No, no me lo digas. No debí preguntar —Paula se puso colorada y puso el coche en marcha.


—La rechacé.


—¿La rechazaste? —dijo Paula, asombrada.


—Sí, por supuesto.


Aunque se alegraba de que no se hubiera acostado con su mejor amiga, lo sentía por Tamara. Debía de haberse sentido fatal. Debía de haber empleado todo su coraje para hacer lo que hubiera hecho. Paula sabía que no se había acostado con un hombre desde la muerte de su marido. Y que la rechazaran ahora…

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