miércoles, 31 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 23

Paula se incorporó, sorprendida. ¿Cómo podía pensar en eso? Bueno, si lo que él había dicho sobre su encuentro era cierto, esa había sido su primera conexión, el sexo. Y aunque no podía imaginarlo, talvez esa era la clave. Al parecer, se había sentido abrumada por la atracción que había entre ellos. Y, si era sincera consigo misma, podía sentir esa atracción incluso ahora. En medio de tanta confusión, con tantas cosas en juego, estaba pensando en algo que nunca la había preocupado hasta ese momento. Salió de la bañera y se miró al espejo. Estaba un poco pálida y demacrada, pero era normal. Cuando miró su vientre, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver las estrías y la cicatriz de la cesárea. De modo que así era como había tenido a su hija mientras estaba en coma. Había estado embarazada, había tenido una hija y no podía recordarlo. Alguien llamó a la puerta entonces.


—¿Señorita Chaves?


No tenía tiempo para seguir compadeciéndose de sí misma, de modo que dejó que la vistiesen, peinasen y maquillasen. Y cuando volvió a mirarse al espejo seguía viendo a una extraña, pero por otra razón. Aquella mujer no era ella. Unos minutos después bajó al comedor y allí estaba él, de pie frente a la mesa, con un elegante traje de chaqueta. La estancia era grande, elegante y oscura como la habitación en la que había despertado. Dinero de familia, pensó. Porque aquella no era una casa sino una antigua mansión.


—Ah, por fin —dijo él.


—¿Dónde está Olivia?


—Durmiendo ahora mismo. Suele dormir a esta hora y luego despierta para comer antes de volverse a dormir.


Fue una pequeña decepción para Paula, pero estaba hambrienta y la cena tenía un aspecto estupendo, de modo que, por un momento, se olvidó de todo lo que no recordaba. Por un momento, se permitió creer que no había perdido la memoria y que aquella casa palaciega y aquella cena digna de un rey era algo normal para ella. Por un momento se permitió creer que no era la chica triste y confundida que había sido siempre sino una princesa. Esa idea hizo que sus ojos se empañasen. A veces había deseado que algún día apareciese alguien que la alejase de su madre y le diese una vida completamente diferente. Sabía que los cuentos de hadas no eran reales, pero sentía como si estuviera viviendo en uno de ellos y, por un momento, quería disfrutarlo.


—Siéntate —la invitó él, apartando una silla.


—Gracias.

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