viernes, 12 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 54

 —Al parecer, aquí vivía una familia extensa, y construyeron tres cabañas separadas para no estar todos apiñados. Hay un granero también, y otro edificio que te mostraré dentro de un momento…


Paula abrió la puerta y le siguió contando.


—Evidentemente, habrá que reformar todos los edificios, pero lo importante es que mantengan la estructura original. A la gente de la ciudad le gusta alojarse en sitios así.


—La reforma será cara… —dijo Pedro.


—No tanto como crees. Contamos con gente muy versátil, como Benjamín y Juan. Ellos pueden hacer gran parte del trabajo sin tener que contratar a gente de fuera, como lo hicieron con El Granero. Tamara y algunos amigos nos ayudarán también.


Paula lo llevó al siguiente edificio y entraron.


—Tengo todos los costes en la oficina. Te los mostraré. Te sorprenderán.


—¿Y qué te hace pensar que la gente querrá alojarse aquí?


Paula salió fuera y dijo:


—Todo… El paisaje, el olor —se detuvo para respirar profundamente—. El canto de los pájaros. El aire fresco. No tienes todo esto en la ciudad. Y también está la libertad. Tendrán la libertad de caminar entre los viñedos, e ir donde quieran.


Ella siguió:


—La ubicación es fantástica, porque es totalmente privada, pero no está lejos de la carretera, y ésta es una de las más importantes. La gente que está muy ocupada suele salir en vacaciones cortas y fines de semana largos, porque no tiene tiempo de hacer viajes largos —fue hacia la parte de atrás de la casa—. ¡Mira qué vista hay desde aquí! —exclamó.


Paula se quedó mirando.


—¿Bonito, no? ¿Te imaginas pasar un fin de semana aquí después de una semana de estrés en la ciudad? 


—Sí. Puede ser un buen negocio… —se quedó mirando un momento el paisaje y luego se volvió a Paula—: ¿Y los otros edificios que has mencionado?


—Ah, sí… —Paula señaló un edificio de piedra con dos pares de puertas dobles—. Es allí.


Paula empezó a ir en esa dirección y Pedro la siguió.


—Lo que vamos a hacer es dividirlo en dos —Paula abrió una de las puertas del edificio con ayuda de Pedro—. La mitad del edificio se la vamos a alquilar a Esteban Himmel. La usará para vender su trabajo de tallado y de ebanistería. Tiene mucho talento, y le hacen muchos encargos.


—¿Y por qué no lo hace en su propio terreno?


—No tiene un edificio grande como éste, y el coste para hacerlo es prohibitivo.


—¿Y la otra mitad?


—Se la alquilaremos a la esposa de Benjamín Bauer, Yanina. Ha empezado a fabricar queso y otros productos: Helados, tartas de queso, y otros. De  momento lleva la comida al mercado de los granjeros en Angaston, pero sólo es un día a la semana y en un par de horas se queda sin mercancía. Necesita una cocina más grande, donde pueda expandirse para poder empezar a suministrar sus productos a las tiendas del lugar y a los restaurantes también.


—¿Y el equipo de la cocina?


—Lo comprará Yanina. Todos los costes están calculados, ya te lo mostraré luego. Y tener a Yanina y a Esteban durante el día aquí será bueno en caso de que los huéspedes tengan algún problema. Ellos no tendrán problema en ayudarlos. Les darán información turística y responderán sus dudas —Puala cerró la puerta—. Quiero oír tu opinión.


Él estaba serio, y ella respiró profundamente.


—No es producción de vino exclusivamente, lo sé —dijo ella—. Pero me parece que una diversificación de este tipo es preferible a destruir la calidad de los vinos aumentando su producción.


—Prefiero guardarme el juicio hasta que vea las cifras. Soy especialista en riesgos, después de todo. Pero mi instinto me dice que los números estarán bien. Creo que eres una mujer increíble, Paula. Muy emprendedora.


—¿Harás un informe favorable, entonces?


—No nos anticipemos —sonrió él. 

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