miércoles, 17 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 65

Paula sintió un dolor en el corazón. Si no le daban la custodia exclusiva a Pedro, éste tendría que vivir en Francia. Ella no podía privar al niño de su padre.


—¿Le gusta el pescado a André? —preguntó Paula cuando estaban en la cocina.


—No lo sé.


—Bueno, te enseñaré un plato muy sencillo para que se lo hagas. Es muy nutritivo.


Pedro se sentó en una banqueta y la observó pelar un par de patatas. Luego las puso a hervir y se puso a cortar especias. Paula agarró perejil, albahaca y romero del frigorífico, y le dió una tabla y un cuchillo.


—Es tu primera clase de cocina… —le dijo.


Prepararon juntos la cena. A Pedro le costó un poco seguir sus instrucciones al principio, pero luego se fue poniendo más práctico y pareció tomarle el gusto a las tareas.


—Sólo falta un ingrediente. El más importante. A ver si lo adivinas… —dijo Paula en tono burlón.


Pedro se encogió de hombros.


—Es el más importante…


Agarró una botella de vino blanco seco del frigorífico, sirvió un vaso y lo agregó al guiso.


—¡Cómo no se me había ocurrido! —se rió Pedro.


—Estará listo en veinte minutos. ¿Qué te ha parecido?


—Fácil.


Paula llevó el resto del vino a la mesa.


—¿Has terminado el informe? —preguntó ella.


—Sí. Se lo he enviado por correo electrónico a Francisco. Y por cortesía lo llamaré antes de distribuirlo a la junta directiva.


—O sea que oficialmente ya has terminado tu trabajo aquí, ¿No?


—Sí.


—Entonces, mañana ya puedes relajarte, ¿No?


—Sí, supongo. ¿Por qué? ¿Qué tienes en mente?


—Nada. Sólo que te vendrá bien un día de vacaciones.


—Tienes razón. Y no hay mejor lugar que éste para disfrutarlo.



Al día siguiente Paula le dió un beso a Pedro.


—¿Qué hora es? —preguntó él.


—No importa. Estás de vacaciones. 


—¿Y tú?


—Tengo que ir a hacer pagos al despacho, si no, no cobrará nadie. Menos mal que existe Internet.


—¿Cuánto tiempo te llevará?


—Un par de horas, después podemos hacer lo que te apetezca. Estoy libre el resto del día.


—¿Cualquier cosa que me apetezca?


—Dentro de un orden —se rió ella—. Tienes un par de horas para planear algo.


Pedro se incorporó y tiró de ella, pero Paula esquivó su mano.


—No, de verdad, ahora no puedo. Tengo que irme —le rogó Paula.


—De acuerdo. Pero ¿Puedes hacerme un favor?


—Claro. ¿Qué? —Paula le miró el torso desnudo.


Sintió un cosquilleo en el estómago y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no cambiar de idea. 

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