lunes, 1 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 32

Entonces lloró por la desilusión de un amor roto años atrás. Durante diez años no se había permitido el proceso restaurador del duelo. Cuando había vuelto a casa, no le había contado a nadie el dolor que sentía. Lo había ocultado, y había pensado que el ignorarlo haría que desapareciera. Y lloró por su padre, por el tiempo que no había pasado con él y el modo en que le había fallado. Había hecho el duelo por su pérdida por primera vez. La pérdida de un padre que podría haberla ayudado, y de quien podría haber aprendido. La pérdida de su familia. Hasta aquel momento, sus sentimientos de culpa, y su remordimiento por lo que no había hecho, habían imposibilitado que sintiera el duelo por su propia pérdida. Y finalmente lloraba por Pedro. No podía negar la verdad. A pesar de lo que le había hecho en el pasado, a pesar de lo que iba a hacer con el lagar, lo amaba todavía. En el presente. Pero no había futuro para ellos. Aquel beso no había sido el comienzo de algo nuevo para ellos. Había sido un eco del pasado. Él no había ido a Australia a recuperar lo que había perdido. Estaba allí por otra razón. Y era eso lo que la frenaba totalmente. Había estado tan cerca de entregarse a su deseo sexual por él… Era una suerte que hubiera vuelto en sí. Pedro estaría en el país por poco tiempo, luego se marcharía, llevándose el lagar y lo que quedaba de su corazón. Paula dejó de llorar y se sentó. De pronto pensó en la horrible posibilidad de que el beso hubiera estado planeado. Que la hubiera besado para ablandarla. Para conseguir lo que quería de ella en relación al lagar. ¿Sería por eso por lo que había ido a Barossa? 



Pedro metió las manos en los bolsillos y empezó a caminar hacia el hotel. Ella lo había vuelto a rechazar. ¿No aprendería nunca él? Él la había besado sabiendo lo que estaba haciendo. Pero debería haber sabido lo que podía suceder. Entonces, ¿Por qué la había besado? ¿Porque era extraordinaria? ¿Porque era una fascinante mezcla de vulnerabilidad y eficiencia? ¿Porque en cuanto la había tocado había perdido toda racionalidad y lo había asaltado el recuerdo de la maravillosa sensación de hacer el amor con ella? ¡Paula había tenido un gusto tan dulce…! A vino, a postre, y al gusto que recordaba que tenía… La había besado y se había olvidado de todo, menos de que estaba con ella, con la mujer que jamás había sido capaz de olvidar… Con la mujer que no había sido capaz de sacarse del corazón. Y por un momento había pensado que ella sentía lo mismo, que ella sentía la misma necesidad que él de revivir aquella pasión. El modo en que ella se había derretido en sus brazos, como si lo hubiera estado esperando, el modo en que lo había besado, sin dudas, sin restricciones… Le habían hecho pensar que ella lo deseaba. Pero luego se había apartado de sus brazos. Había aprendido la lección. Su futuro no estaba allí. Estaba en Francia, con André. Eso era lo importante. No veía la hora de terminar su informe y marcharse. Controlaría Vinos Chavland desde fuera, y sólo volvería cuando fuera estrictamente necesario.



Paula no había dormido aquella noche. Tenía una cara horrorosa, pensó, mirándose al espejo. Era una pena que no hubieran viajado por separado, porque tenían que volver juntos a Barossa. 

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