lunes, 22 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 4

No le parecía una tontería. Al contrario, era una convicción profunda.


—Me llamo Paula Chaves.


Él sonrió de nuevo, aunque la sonrisa no lo hacía menos intimidante.


—Pedro —dijo sencillamente.


—¿Vives por aquí?


—Vivo en muchos sitios, donde me conviene en cada momento.


No parecía un bohemio como lo era Jimena. Tal vez era el traje de chaqueta lo que no encajaba. Porque aquel parecía ser su sitio. En las ruinas del templo, en la jungla, bajo la lluvia.


—¿Has venido aquí para asistir a un funeral? —le preguntó, intentando bromear.


—Al entierro de mi madre —respondió él. —Vine hace unas semanas, cuando los médicos dijeron que no le quedaba mucho tiempo.


Paula tragó saliva.


—Vaya, lo siento mucho.


Ella no tenía buena relación con su madre, pero sabía bien que la mayoría de la gente quería a la suya. Y para ser justos, también ella quería a su madre, por eso era tan difícil. Si no sintiera nada, todo sería más fácil.


—Así es la vida —dijo él, con tono desolado. —Solo me siento conectado con ella cuando estoy aquí, así que me pareció el sitio perfecto para pasear un rato.


Seguía siendo un tigre, pero Paula estaba segura de que no iba a comérsela. No hacía mucho frío, pero estaba calada hasta los huesos y la tela del vestido se pegaba a su cuerpo.


—Ven conmigo —dijo él entonces. .-Estás empapada y mi casa no está lejos de aquí.


—¿Tu casa está por aquí?


—Sí, a través de los árboles. Ven, sígueme.


Y ella lo siguió porque no había nada más que hacer. Y porque, irracionalmente, la idea de no ir con él la llenaba de tristeza. Cuando llegaron al sitio en el que terminaban las ruinas él siguió adelante, adentrándose en la jungla. La oscuridad del follaje parecía tragárselos.


—No creo que…


Y entonces levantó la mirada. Había una luz entre los árboles… Una casa. Una casa construida sobre un baniano, algo como de otro mundo. El alto baniano parecía sujetarla entre sus ramas como una madre sujetaría a su hijo. Una escalera que se enroscaba firmemente alrededor del tronco llevaba hasta la amplia terraza que rodeaba el exterior de la casa. Era un sitio increíble. Una vez arriba, una puerta de madera labrada pareció abrirse como por arte de magia. Y el interior era aún más sorprendente, con miniaturas de las esculturas del templo y grandes tapices colgando de las paredes. El salón era amplio, con almohadones por todas partes.

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