viernes, 5 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 44

 —Si no hubiera sido por mi padre, que estableció el lagar en los setenta, el padre de Esteban habría perdido sus viñedos y la casa familiar. Se había comprometido a vender toda su cosecha a Vinos Box Tree, y no habría podido venderlo en otro sitio a esas alturas. La producción superó la demanda ese año, y mi padre le compró el lote. Si no lo hubiera hecho, los Himmel se habrían arruinado.


Pedro la miró y dijo:


—Pero hay más, ¿No?


Paula se movió en la silla. Si le contaba lo que había sucedido el año anterior, la consideraría una empresaria blanda. Y hasta una incompetente.


—Tamara exagera —agarró la taza y bebió.


—¿Por qué no quieres contármelo?


—No es que no…


Sería mejor que se lo contase, si no, se imaginaría algo peor.


—Vale… De acuerdo. El año pasado fue un año muy malo para los Himmel. Su hijo, Dante, se puso enfermo. Fue horrible. Necesitaba una operación. Una operación muy cara —bebió otro sorbo de café—. No pagaron a la seguridad social porque estaban cortos de dinero, y encima Florencia tuvo que dejar el trabajo para cuidar a Dante. Sin su sueldo, el banco no quiso darles un préstamo. Estaban en un apuro…


—¿Y tú los ayudaste? ¿Les diste dinero?

—No exactamente… Mmmm… Les pagué por adelantado la cosecha de este año.


Paula vió la cara de sorpresa de Pedro.


—No usé dinero del lagar —explicó—. Pedí un crédito a mi nombre, y asumí el riesgo.


—Fuiste muy generosa.


—No —ella agitó la cabeza—. Cualquiera habría hecho lo mismo.


—¿Tú crees? —Pedro levantó las cejas. Luego cambió de tono y preguntó—: ¿Cómo está el niño?


—Estupendamente —dijo Paula, entusiasmada—. Es un niño normal de nueve años. La operación fue un éxito. Valió la pena.


—Bien. ¿Y cómo se las arreglan los Himmel sin la entrada de dinero de la cosecha de uvas de este año? 


—Bien.


Ella no quería contarle el trato que habían hecho. Ya le había contado demasiadas cosas.


—Estoy muerta de hambre. ¿Dónde está la comida?


—Está en camino —se rio él—. Eres extraordinaria, Paula.


—Quieres decir, rara, ¿No?


—No, quiero decir fascinante…


—Oh.


Afortunadamente, no tuvo que seguir hablando porque les sirvieron la comida.


—Dante debe de tener la edad de tu hijo, ¿No?


Pedro asintió.


—¿Cómo se llama? —preguntó ella.


—André —dijo Pedro con expresión de tristeza.


—Has dicho que no lo ves a menudo. ¿Es por tu trabajo?


—Sí… Viajo demasiado. Pero también porque su madre tiene la custodia.


—Tienes derecho a verlo, ¿Verdad?


—Sí. Pero Giselle me lo pone difícil. Es una… Bueno, una desgraciada. 

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