viernes, 5 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 43

No obstante, esperaría a examinar exhaustivamente sus proyectos para dar su opinión a la junta directiva. Ella había decidido evitar el camino ortodoxo para aumentar las ganancias, y había riesgos en ello. No cambiaría de postura hasta que lo convenciera. Pasaría tiempo con ella, la escucharía, le daría la oportunidad de argumentar su punto de vista. Todo lo que había supuesto innecesario cuando había llegado allí. Sería difícil. Tendría un riesgo emocional. Significaría abrir una herida que estaba apenas cerrada, pero no tenía alternativa. Y no la quería. Le atraía pasar tiempo con Paula.



Paula miró a Pedro, de pie, al lado de un oso de peluche. Sonrió y volvió a mirar la ropa de bebé. Germán jamás habría ido con ella a una tienda de ropa para niños. Y le gustaba que Pedro hubiera ido. Quizás se debiera a que él ya era padre. Tal vez por ello se sintiera cómodo en una tienda así. Pensó que otra mujer había concebido un hijo suyo, y se le encogió el estómago. No tenía sentido pensar que debía haber sido ella quien hubiera tenido un niño de Pedro. Aquél había sido un día de sorpresas. No había esperado sus disculpas. La mayor parte de los hombres en su posición habrían sentido herido su ego y no se habrían disculpado… Ahora él se parecía más al joven Pedro…  Tal vez se equivocase al pensar en él como en un enemigo. Aunque cuando recordaba el beso con el que había intentado manipularla, volvía a sentir mucha hostilidad. Pero tenía razón en que aquélla era una gran oportunidad para ella. Tenía que trabajar con él y convencerlo de que lo tenía todo controlado. Así él le diría a la junta directiva que su plan era viable. Eligió la ropa para su ahijada y volvió a su lado.


—Ya está.


—Has sido muy rápida…


—¿Lo dices sarcásticamente? —Paula lo miró.


—No, por supuesto que no.


—No tenías obligación de venir. Tú has querido hacerlo.


—Lo sé. Soy masoquista… —dijo Pedro riéndose.


Paula lo miró. Entonces Pedro le quitó las bolsas de la mano y le dijo:


—Quedamos en que éste era mi trabajo…


Tardaron un rato hasta que salieron de los grandes almacenes. El calor fuera era insoportable.


—¡Dios! ¡Se estaba mejor dentro! ¿Estás segura de que no necesitas nada más? Así nos quedamos dentro de los grandes almacenes.


—No, pero podemos comer algo en algún lugar con aire acondicionado.


—Buena idea.


Eligieron una cafetería. Y cuando entraron se dieron cuenta de que no era la adecuada. Estaba llena de trabajadores en la hora de la comida. La única mesa libre era una pequeña al lado de la puerta. Pero decidieron quedarse. Pedro fue a pedir a la barra. Cuando se sentó, ella sintió el roce de sus piernas debajo de la mesa.


—Dime, ¿Por qué te eligieron como madrina de Micaela Paula?


—Sus padres y yo somos amigos. Nuestras familias son amigas de toda la vida. Esteban y yo jugábamos juntos de pequeños.


—Pero ¿Por qué Tamara dijo que tú y tu padre erais como santos para los Himmel?


Ella hubiera preferido que él no hubiera oído eso. 

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