miércoles, 31 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 24

Estando tan cerca le parecía aún más guapo e impresionante que antes.


—Eres extraordinaria —dijo Pedro mientras se sentaba frente a ella.


—No sé si otra persona que hubiera pasado por lo que has pasado tú tendría tan buen aspecto.


—No creo que mucha gente haya pasado por lo que he pasado yo — dijo ella. —Esto parece más una telenovela que la vida real.


—Me dije eso a mí mismo muchas veces mientras estabas en coma. Te aseguro que no fue fácil.


—¿Para tí?


—Yo siempre creo poder solucionarlo todo, pero no podía solucionar tu problema. Traje aquí a los mejores médicos, pero ninguno estaba seguro de que fueses a despertar del coma.


Paula no había pensado en eso, que podría no haber despertado nunca. Y entonces no habría conocido a su hija, no habría conocido a Pedro. ¿Y si hubiera despertado años después? Se habría perdido tantas cosas, pensó, con el corazón encogido.


—Pero he despertado y no sé por dónde empezar.


—Nos casaremos lo antes posible —dijo Pedro.


—Pero si no te conozco…


—Eso da igual, eres mi prometida y hemos esperado todo este tiempo para casarnos. Serás mi esposa.


—¿Una esposa que no conoce a su marido?


Él la miró con sus fascinantes ojos oscuros.


—Te seduje una vez y no me importaría nada volver a hacerlo.


Paula sintió un escalofrío. Imaginar a aquel hombre seduciéndola hacía que… En fin, se encendió de la cabeza a los pies.


—Quiero saber algo más sobre tí.


—Mi padre era muy rico, como lo era su padre y el padre de su padre. En fin, creo que entiendes qué quiero decir. Los Alfonso son una antigua familia italiana.


—Sí, ya veo.


—Tenemos varias cadenas de hoteles, fábricas, propiedades. Hay pocas cosas en las que no hayamos puesto nuestras manos. Soy eso que llaman multimillonario.


—Yo ni siquiera entiendo ese concepto. He tenido problemas económicos durante toda mi vida.


—Pero ahora no debes preocuparte de nada. Todas tus necesidades y las de Olivia serán atendidas.


Eso era algo tan nuevo para Paula. Su madre siempre había estado resentida con ella, en parte por la inestabilidad económica. Al menos, eso era lo que siempre se había dicho a sí misma porque la alternativa era que ella no era digna de cariño. Que aunque hubiesen tenido dinero, a su madre le habría dado igual. Prefería achacar su egoísmo al estrés o al miedo, así era más fácil. ¿Por qué no había olvidado eso, pero lo había olvidado a él? A aquel hombre tan apuesto que se ofrecía a cuidar de ella y de su hija.


—¿Cómo nos enamoramos?


Él se echó hacia atrás en la silla, mirándola con expresión inescrutable.


—Ya te he dicho cómo nos conocimos. Fue una atracción abrumadora e inmediata.


—Debió ser así. De otro modo, no me habría ido contigo. Me educaron para ser cauta con los extraños, sobre todo con los hombres, así que no entiendo por qué confié en ti nada más conocerte.


—Al principio estabas inquieta, pero necesitabas que alguien te sacase de allí. Te llevé a mi casa y te quedaste.


—¿Y qué pasó después?

No hay comentarios:

Publicar un comentario