lunes, 29 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 20

 —¿Cómo se llama? —susurró.


—Es una niña. Se llama Olivia.


Era un nombre precioso y le gustaría preguntar qué significaba, pero ese deseo quedó eclipsado por la necesidad de tomarla en brazos. La niña estaba llorando, su hija estaba llorando.


—Démela —le dijo.


—Antes me gustaría explicar… —empezó a decir la niñera.


—No hay nada que explicar —la interrumpió ella. —La niña es mía, sé que es mi hija.


—No queríamos disgustarte —intervino Pedro.


—¿Disgustarme por qué? No me trates como si fuera una niña. Sé que es mi hija. Démela ahora mismo —ordenó Paula, con un tono que ni ella misma reconocía.


La niñera obedeció y, cuando puso al cálido bebé entre sus brazos, el mundo entero se puso del revés. Una vez más. Había despertado a una vida que no conocía y aquello debería aumentar su confusión, pero no era así. De repente, todo estaba claro. Porque, aunque no lo recordaba y no podía creer cómo podía estar comprometida con un desconocido, sí podía creer aquello. Su hija. La conocía en su corazón, en sus huesos, tal vez porque la había llevado en su vientre durante nueve meses aunque no lo recordase. De repente, sintió una oleada de dolor que la dejó sin aliento. No recordaba haberse enamorado. No recordaba el roce de sus manos o sus besos. No recordaba haber estado embarazada. ¿Se habría alegrado él? ¿Habrían sido felices? ¿Por qué no se habían casado antes de que naciese la niña? Y el parto… Se había perdido todo eso. ¿Cómo podía haber dado a luz estando en coma? Todo aquello era demasiado. Se había acostado con aquel hombre el día que lo conoció, había tenido una relación con él, había tenido una hija con él.  Todo eso había quedado atrás. Pero no, no todo. Porque aquella niña era hija suya, lo recordase ella o no. Nunca había abrazado a su hija. Olivia tenía un mes de vida y nunca la había tenido entre sus brazos. Pero llevaba una hora despierta y nadie le había llevado la niña.


—¿Por qué no la has traído inmediatamente? —le preguntó, enfadada.


—Me preocupaba tu reacción —respondió él. —Imagino que es difícil para tí creer lo que ha habido entre nosotros y…


—Pero es mi hija.


—Sí.


—Lo sé, estoy segura —susurró Paula.


Lo sabía en su corazón, en su alma. De repente, todo aquello le parecía aterrador, pero él debía amarla, pensó. Había cuidado de su hija mientras ella estaba en coma y si la amaba no le haría ningún daño. No le quitaría a Olivia. De repente, sintió miedo. No de la extraña situación sino de que todo aquello fuese un sueño. ¿Cómo era posible que estuviese comprometida con aquel extraño y siendo madre de una niña preciosa?

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