lunes, 22 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 3

 —¿Y qué haces tú aquí? —le preguntó Paula, sintiéndose valiente por un momento.


—Salí a dar un paseo —respondió él. —Vivo cerca de aquí.


—¿Con traje de chaqueta? ¿Ibas a un funeral? —bromeó ella.


Él esbozó una sonrisa.


—Sí.


Paula hizo una mueca.


—Ah, lo siento.


El extraño se encogió de hombros y dio otro paso hacia ella. Era alto e imponente, enérgico. Y le parecía más atractivo a medida que se acercaba.


—«Lo siento» no ayuda mucho —dijo él entonces.


—No se trata de ayudar sino de hacer saber a alguien que no está solo.


Pero estaban solos. Y juntos. Seguía lloviendo a mares y el vestido se pegaba a su cuerpo como una segunda piel. Paula se dió cuenta entonces de que no llevaba sujetador y el efecto del agua fría era evidente bajo la tela. Él la miró entonces y ese examen lento la hizo sentir… Acalorada. Había algo peculiar en él. Sentía como si lo conociese y, al mismo tiempo, le parecía un ser completamente extraño. La hacía sentir segura y asustada al mismo tiempo, como si representase un peligro. Pero el peligro estaba en ella misma. Como si aquel hombre hubiese despertado en ella algo desconocido.


—¿Y qué clase de amigas te dejan atrás en medio de un monzón?


Paula no tenía nada que hacer más que hablar con él. No sabía cómo iba a volver al hostal y sus irresponsables amigas la habían dejado sola.


—En realidad no son mis amigas —respondió.


Y se dió cuenta de que era verdad.


—Eso parece evidente.


—Bueno, Jimena es mi compañera de piso. Las otras dos son amigas suyas y en cuanto nos reunimos con ellas…


—Las antiguas amigas tomaron prioridad sobre la nueva, ya veo.


—Sí, bueno, yo no sabía que Jimena era tan poco fiable. Este viaje ha sido un desastre, un caos. Y hoy, en cuanto empezó a llover desaparecieron. O conocieron a alguien y se fueron, yo qué sé. Con ellas no se sabe nunca.


—Y nadie se encargó de buscarte.


—Es culpa mía. Me alejé un poco de ellas para…


Paula no terminó la frase.


—¿Para qué?


—No sé, me pareció una oportunidad para conectar con la naturaleza, un momento espiritual —respondió ella por fin.


Sonaba algo tonto e inmaduro y la hacía sentir expuesta, especialmente al lado de un hombre que tenía ese aire de sofisticación. En fin, sonaba como lo que era, una chica ingenua. Pero quería que la entendiese, por tonto que eso pudiera parecer.


—Me he pasado la vida luchando por una cosa o por otra y, por fin, había llegado a un sitio donde no todo era tan difícil.


—¿Por eso has venido a Angkor Wat?


—Tenía algo de dinero ahorrado y pensé que sería buena idea venir aquí y experimentar algo diferente, tal vez alimentar mi alma durante unos días. No sé cómo explicarlo, para curarla.


—Yo estoy aquí por la misma razón —dijo él entonces, mirándola fijamente.


Y Paula tuvo la impresión de que podía ver su alma.

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