viernes, 26 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 15

Era un hombre alto, de hombros anchos, con un elegante traje de chaqueta. Su pelo era negro como el azabache, sus ojos casi igual de oscuros. Tenía una mezcla de rasgos orientales y occidentales, pómulos altos y nariz recta. Era tan apuesto que Paula tuvo que tragar saliva. No lo había visto nunca, pero ese rostro hacía eco en su alma, como si lo reconociese. No tenía ni idea de quién era aquel hombre, pero cuando entró en la habitación sintió una sacudida por todo el cuerpo. Era alguien poderoso. Lo sabía de modo intuitivo, aunque no lo conocía. Era más que un hombre, era… Un tigre. Ese extraño pensamiento apareció de repente y se le puso la piel de gallina.


—Señor Alfonso, yo creo que es mejor esperar…


Él la interrumpió con un gesto y luego la miró a ella.


—Estás despierta —le dijo, con una voz ronca, masculina. Y peligrosa.


—Sí, estoy despierta —consiguió decir ella. —Pero no sé qué hago aquí o qué ha pasado.


—¿No recuerdas lo que pasó?


—No, no lo recuerdo. No sé por qué estoy aquí o quién es usted.


El extraño se quedó callado durante unos segundos y Paula supo de algún modo que no era un hombre acostumbrado a quedarse sin palabras.


—Paula —dijo él entonces, con ese tono que enviaba sensaciones por todo su cuerpo. —Llevas un mes inconsciente.


—¿Un mes? Eso es imposible. Pensaba irme de vacaciones con mi compañera de piso…


—Ya has ido de vacaciones con tu compañera de piso.


—No, aún no he ido a Camboya. Nunca he salido del país.


—¿Y en qué país crees que estás ahora?


—En Estados Unidos —respondió ella. —En Georgia, donde he vivido toda mi vida.


—No, Paula. Estás en Roma, en mi casa. Y vas a ser mi mujer.



Estaba despierta y no lo había reconocido. Pedro tenía la oportunidad perfecta para despedirse de ella. No lo recordaba, no recordaba a Olivia, pero le había dicho que iba a casarse con él. Pedro Alfonso no se cuestionaba a sí mismo. Su padre había sido un canalla y un tirano. Para hacerlo fuerte solía decir, para que fuese digno del apellido Alfonso. Y Pedro nunca había hecho nada para honrar a su padre sino para demostrar que no tenía razón. La única ocasión en la que había mostrado debilidad fue tras el entierro de su madre, cuando encontró a aquella chica en las ruinas del templo de Angkor Wat. Había querido decirle adiós, pero estaba allí de nuevo y acababa de decirle que iba a quedarse en su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario