viernes, 26 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 14

Cuando Paula despertó, no estaba en su cama. Ese fue su primer pensamiento. Aturdida, intentó cambiar de postura, pero no podía hacerlo. No podía mover un brazo y oía unos pitidos extraños. Cuando por fin abrió los ojos se dió cuenta de que estaba en lo que parecía una habitación de hospital. Era demasiado elegante para ser una habitación de hospital, pero había equipamiento médico por todas partes. Intentó recordar cómo había llegado allí, pero era incapaz… Tenía que llamar a Jimena, su compañera de piso. Ella iría a buscarla porque, desde luego, no podía depender de su madre. Pensaban ir a Camboya en un viaje de aventura… Torció el gesto. Si estaba en el hospital tal vez no podría ir a Camboya. En fin, tal vez no había sido tan buena idea. Después de todo, tendría que gastarse todos sus ahorros para hacer ese viaje. Claro que ella nunca había hecho nada espontáneo o aventurero. Había intentado desesperadamente no ser como su madre y, al final, se había convertido en alguien pálido, gris, en nada. Pero alguien que estaba en un hospital y no recordaba por qué. Miró alrededor, buscando un timbre para llamar a alguna enfermera, a alguien que le explicase dónde estaba. Las paredes estaban enteladas de algo que parecía terciopelo granate, con cenefas doradas alrededor de las puertas… ¿Dónde estaba? Sintió miedo entonces porque aquello no era normal. No era capaz de recordar cómo o por qué estaba allí. No recordaba lo último que había hecho. Bueno, tenía un recuerdo reciente. Estaba en su departamento, comiendo cereales y escuchando a Jimena hablar de los hostales en Camboya… Pero eso no tenía nada que ver con aquella habitación y no explicaba por qué estaba allí. Por fin, encontró un botón y lo presionó desesperadamente. La puerta se abrió unos segundos después y una mujer con un vestido oscuro y un delantal blanco almidonado entró en la habitación.


—¡Está despierta, señorita Chaves!


—Sí, yo… —murmuró ella, confusa. —¿Cómo sabe mi nombre?


Bueno, claro que debía saberlo. Debía llevar su documentación en el bolso cuando tuvo el accidente. ¿Había tenido un accidente? Le dolía un poco la espalda, pero no tenía vendas ni sangre por ningún lado. Paula se tocó la cara para estar segura. No, tampoco tenía vendas en la cara. La mujer se acercó a la cama y empezó a examinar los aparatos mientras sacaba un móvil del bolsillo para llamar a alguien.


—Sí, doctor, está despierta. Por favor, venga tan rápido como sea posible.


Paula tragó saliva.


—¿Es malo que haya despertado?


—No, al contrario —respondió la mujer. —Pero es una sorpresa.


—¿Por qué es una sorpresa?


—Es mejor que hable con el médico, señorita Chaves.


La puerta se abrió de nuevo y Paula pensó que debía ser el médico, pero no llevaba bata blanca.

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