lunes, 15 de julio de 2024

Reencuentro Final: Capítulo 57

Abrazada a Pedro, Paula aspiró su fragancia a través de su camisa de algodón. Lentamente levantó la cara y lo miró a los ojos. La emoción fluyó entre ellos. Él bajó la cabeza y se besaron. El suave tacto de sus labios fue como un susurro. Todos esos años habían sufrido pensando que el otro no lo amaba lo suficiente, y ahora que habían descubierto que no era así, tampoco podían compartir el resto de sus vidas. Pedro dejó de besarla. Ninguno de los dos habló. Él la miró. Luego la volvió a besar, pero aquella vez más apasionadamente. Y el deseo se apoderó de ella. Paula se agarró a sus hombros mientras las manos de Pierre le acariciaban la espalda, los brazos, las caderas… Cada caricia le producía un nuevo estremecimiento. Y cuando su mano se deslizó por debajo de su blusa, para acariciar la piel desnuda de su espalda, ella pensó que sus terminaciones nerviosas iban a explotar. Hacía tanto tiempo que ella no sentía aquel calor en su cuerpo, aquella excitación… Le temblaban las piernas, el pulso retumbaba en sus oídos… Tuvo que hacer un esfuerzo para no entregarse a las intensas sensaciones. Cuando los dedos de él tocaron el encaje de su sujetador, ella dejó escapar un grito de angustia. Él dio un paso atrás.


—Dieu. Lo siento —dijo Pedro.


—No, Pedro. No me pidas disculpas. Yo quería que me tocases. Más que nada en el mundo. He esperado tanto tiempo…


Cuando Pedro se volvió a acercar, Paula siguió hablando:


—Todo esto ha ocurrido demasiado rápido. Esto no es posible. Ahora no. Tal vez nunca… —dijo con voz entrecortada, y lo miró como buscando comprensión.


Necesitaba tiempo para asimilar todo aquello antes de seguir el dictado de su corazón. 


—No voy a presionarte —él asintió lentamente—. Además, esta vez es diferente. No soy joven e impetuoso. Tengo autocontrol —Pedro la miró a los ojos, y ella sintió que le tocaba el alma—. Cuando hagamos el amor, quiero estar seguro de que lo haces porque quieres, y no porque te has sentido presionada.


Ella tragó saliva. Su corazón se moría de dolor.


—Si hacemos el amor. No cuando hagamos el amor —lo corrigió ella.




Paula fue a la cabaña que servía de bodega. Se sentó en una banqueta mientras TAMARA atendía a una pareja.


—¿Dónde has estado todo el día? —preguntó Tamara cuando dejó a los clientes solos para que tomaran una última decisión.


—Fuera.


—Muy explícita.


—Lo siento. No he querido ser descortés. Le he estado mostrando a Pedro la vieja granja y todos los edificios que vamos a reformar para convertirlos en alojamiento. Tami, tengo algo que contarte —le dijo Paula tocándole el brazo. 

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