lunes, 29 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 19

 —No pudo ser así, yo soy virgen —Paula se cubrió la boca con la mano. —No sé por qué he dicho eso. No sé por qué estoy hablando de esto contigo. Dices que estamos comprometidos y que me acosté contigo una hora después de conocerte. Lo siento, pero no tiene sentido cuando yo sé quién soy y cómo ha sido mi vida.


—Pero no recuerdas nada sobre los días previos al viaje, ¿No? O lo que pasó durante el viaje —le recordó Pedro.


¿Virgen? ¿Era posible? Ya no lo era, desde luego, pero no se le había ocurrido pensar que la mujer sensual que había tenido entre los brazos esa noche pudiese no haber estado nunca con otro hombre.


—Es como si me hubieran hecho un trasplante de personalidad. Créeme, yo no soy nada aventurera.


Aquella mujer seguía siendo un misterio y eso lo incomodaba. Las mujeres no eran misteriosas para él. Cumplían un propósito determinado, alimentaban un apetito específico y luego no volvía a pensar en ellas. Así era la gente en su mundo. Cuando dejaban de ser útiles, sencillamente desaparecían. Ahora tenía una hija, y a efectos prácticos, los bebés no servían de mucho, pero Olivia sería su hija para siempre. Y a Paula, una mujer que lo desconcertaba, pero que también estaría en su vida para siempre.


—Pero debo ser aventurera —murmuró ella como para sí misma. — Porque si es verdad lo que dices… Nos acostamos juntos, ¿No?


Parecía hipnotizada y el corazón de Pedro hizo algo que no había hecho antes. No podría ponerlo en palabras. Era un dolor y un trueno al mismo tiempo mientras ella lo miraba con gesto interrogante, poniendo una mano sobre su pecho, sobre ese músculo que reaccionaba de forma tan extraña. El asombro que veía en los ojos de Paula era un reflejo del que había visto cuando la hizo suya esa noche… Pero entonces un grito infantil rompió el silencio. Paula se quedó inmóvil.


—¿Qué es eso?


Su mente había sido un lienzo en blanco cuando despertó, pero ahora estaba demasiado llena. De aquel sitio, de aquel hombre. ¿Comprometida con él? No le parecía posible. No recordaba nada, pero al parecer había ido a Camboya y diez meses después estaba comprometida con el hombre más apuesto que había visto nunca. Ella, una chica a la que nunca habían besado. Un hombre rico, además. Nada de aquello tenía sentido, pero había algo entre ellos. Algo que no había experimentado nunca y por lo que se sentía atraída. Pero el llanto de un bebé lo cambió todo.


—¿Dónde está? —preguntó, con el corazón acelerado.


—Creo que no es momento para hablar de eso.


Paula experimentó una sensación de pánico, de desesperación, de puro terror.


—¿Por qué no?


—Porque no —respondió él.


Había un bebé llorando al otro lado de la puerta y ella llevaba un mes en coma. Paula se levantó, pero le temblaban las piernas y tropezó con el camisón largo que llevaba. Pero, por fin, logró abrir la puerta. En el pasillo había una mujer con un bebé en brazos. El bebé tenía el pelo oscuro, la piel dorada. Buscó algún parecido con ella, pero no veía ninguno. Sin embargo, lo veía a él. Nada le decía que ella pudiera ser la madre de ese bebé, pero lo sentía en su corazón. Lo sabía.

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