lunes, 29 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 18

La necesitaba a ella. Paula estaba despierta, hablando con él, y Pedro sentía como si una parte de sí mismo hubiese despertado con ella porque no lo miraba como si lo odiase sino como lo había mirado el día que se conocieron. Eso era lo que tenía, una segunda oportunidad. Y no estaba dispuesto a desaprovecharla.


—Estoy en Italia, con un hombre con el que voy a casarme —musitó ella, sacudiendo la cabeza en un gesto de incredulidad. —¿Cómo nos conocimos?


—En las ruinas del templo de Angkor Wat —respondió él.


Estaba claro que Paula quería amor y él no podía dárselo, pero no le costaba nada inventar una historia. Tal vez había pensado dar a su hija en adopción, pero eso había quedado atrás. Se quedaría con ellos, estaba seguro. Y sería feliz. Y en cuanto a la verdad, una vez que se hubieran casado la verdad no importaría tanto.


—¿Y nos enamoramos locamente? —preguntó Paula.


—Algo así.


—No, en serio. Cuéntamelo.


Lo miraba con esa expresión tan abierta, tan dulce. Confiaba en él, no lo miraba como si fuera un predador a punto de devorarla. Se preguntó entonces si otro hombre se sentiría culpable, pero no quería pensar en eso.


—Tus amigas te abandonaron y estaba lloviendo a mares. Nos quedamos solos en las ruinas y te fuiste a casa conmigo.


Su voz se había vuelto ronca. Era imposible esconder el deseo que rugía en su interior al recordar esa noche. Si olvidaba el dolor de los últimos meses podía recordar sus besos, su cálida piel, cómo lo había mirado cuando tuvo su primer orgasmo.


—¿Yo hice eso? ¿Me fui contigo?


—Sí. 


—¿Y luego qué?


Parecía tan inocente. Si no supiera que acababa de despertar de un coma después de un mes habría pensado que estaba fingiendo. Pero no, Paula no fingía, no era una actriz. Una hechicera tal vez, porque ninguna otra mujer había conseguido meterse bajo su piel como lo había hecho ella.


—La conexión entre nosotros fue inmediata. Una atracción física abrumadora —respondió Pedro.


 Paula parpadeó.


—No, ahora sé que estás mintiendo. Lo siento, pero no me lo creo.


—¿Qué es lo que no crees?


—Que me fuera contigo sin conocerte… No, imposible. Yo no hago esas cosas.


—Siento decepcionarte, pero lo hiciste. Nos quitamos la ropa una hora después de conocernos.


Ella soltó una carcajada. La bella durmiente tenía la audacia de reírse de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario