viernes, 26 de julio de 2024

Otra Oportunidad: Capítulo 13

Pedro apretó los dientes.


—¿Qué pasa con la señorita Chaves?


—Está en el hospital.


—¿Qué?


Paula se dió la vuelta y, por primera vez, miró al hombre que llevaba el mensaje. Pero no era su rostro lo que veía sino el de Paula. Su rostro lleno de alegría y emoción cuando llegaron a la casa en el árbol. Y su mirada desolada esa noche, esa última noche. Paula estaba en el hospital. Pensó en ella en el suelo, rota, la noche que él la rompió. Esa noche había dejado escapar todo su veneno, destruyendo el magnífico capullo en el que habían vivido durante esos meses. Dio, ¿Cómo había podido hacer eso? Durante esos meses con ella había sido feliz, pero sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que la oscuridad lo envolviese y así había sido. Había pasado de la felicidad a la más terrible angustia y era culpa suya. Pero Paula estaba herida y en lo único que podía pensar era en ir con ella.


—¿Qué ha ocurrido? —preguntó.


—Ha sufrido un accidente de coche esta mañana. Vive en un pueblecito al norte de Inglaterra…


—¿Pero está viva?


—Viva, pero inconsciente. No ha recuperado el conocimiento desde que la llevaron al hospital.


Pedro se levantó del sillón. Tenía que verla, tenía que ir con ella. No volvería a tocarla nunca más, pero tenía que verla.


—Sí, signore, pero hay algo más.


—¿Qué?


—Está embarazada.


Esas palabras sonaron en su cabeza como un gong. No había perdido el bebé. Habían pasado siete meses desde la última vez que se vieron. Podría haber conocido a otro hombre en ese tiempo y haber quedado embarazada desde que perdió el hijo que esperaban. Pero no podía negar lo que sintió al escuchar esas palabras. Algo primitivo, algo que le tocaba el corazón. Suyo. Ese hijo era suyo. No todo estaba perdido. Tal vez era una segunda oportunidad, una que no merecía y que quizá no debería aprovechar. Había sido un monstruo con ella esa noche, pero Paula estaba inconsciente en el hospital y esperaba un hijo suyo. Y hombre o monstruo, daba igual. Ella era suya.


—No sabemos si el bebé ha sobrevivido —dijo su ayudante entonces.


Pedro apartó la mirada. Si no la hubiese tratado como lo hizo, aquello no habría ocurrido. Si no la hubiese tratado como lo hizo, su hijo estaría vivo. Y tenían que vivir. Los dos. Él era un Alfonso y un Alfonso hacía lo que debía hacer. Removería cielo y tierra. Escribiría un nuevo final para su historia.


—Pide el helicóptero, nos vamos ahora mismo a Inglaterra.

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