viernes, 15 de noviembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 7

 —Lo que ha ocurrido no es culpa tuya ni mía, pero hay un niño de por medio. Mi hijo. Por eso estoy aquí.


Como no le gustaba el giro que acababa de dar aquella conversación, Paula se puso de pie. El pánico inicial no había remitido mucho, pero se negaba a que aquel hombre entrara en su vida y se pusiera a darle órdenes del modo en que lo hacía en un tribunal. Estaban hablando de «su» hijo.


—No sé de qué va todo esto ni lo que espera conseguir, pero está perdiendo el tiempo. Usted no tiene ningún derecho sobre este niño. Es mi hijo. Solo mío. 


—Puedo demostrar que yo soy el padre —replicó él, tras estudiarla durante unos minutos de un modo que hizo que Paula se sintiera muy incómoda—. No quiero hacer que esto sea más difícil para ti de lo que tiene que ser, pero la ley de Texas me otorga ciertos derechos. Quiero tener la custodia.


—No —le espetó Paula, a pesar de que las rodillas estuvieron a punto de doblársele—. Se trata de mi hijo. Si es dinero lo que quiere, entonces puedo pagarle por sus... Servicios.


—¿Crees que quiero dinero? ¡Pero mujer, si soy el ayudante del fiscal del distrito de Kern County!


—Sé exactamente quién es usted.


—Alfonso, pensé que te había oído hablar —dijo Adrián Williams, el jefe de Paula, mientras avanzaba a través de la lujosa alfombra de la sala de conferencias hasta donde ellos estaban—. ¿Hay algún problema?


Paula se quedó inmóvil, incapaz de hacer nada, pero esperando ver qué decía Pedro Alfonso.


—¿Problema? —replicó éste—. No. Paula y yo estábamos teniendo un desacuerdo amistoso sobre un interés común.


El señor Williams advirtió a Paula con una cortante mirada antes de volver su atención a Pedro.


—Si tienes algunos minutos, me gustaría hablar del caso Thompson.


Sin mostrar vacilación alguna, Hunter asumió perfectamente su papel como fiscal.


—De acuerdo.


—Siéntate e iré por mi cliente. Estaba repasando con él lo que podía esperar en el procesamiento de mañana —dijo el señor Williams.


Cuando Paula trató de salir de la sala detrás de su jefe, Pedro la agarró por el brazo, de un modo firme aunque delicado. Una vez que estuvo seguro de que el señor Williams no estaba escuchando al otro lado de la puerta, ella miró los largos dedos que la retenían y luego contempló a Pedro con el ceño fruncido.


—Si quiero mantener mi puesto, y le aseguro que es así, tengo que volver a mi trabajo.


—Continuaremos esta conversación esta noche, mientras cenamos. 

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