—Sin embargo, conseguiste salir.
—Tardé cuatro años en hacerlo, pero sí. Mi cuñado ya había muerto en la guerra y mi hermana me necesitaba. Me quedé con Delfi y con Valentín hasta que terminó el proceso de divorcio. Entonces… Entonces me vine aquí.
Paula sonrió, pero Pedro seguía preguntándose por la cronología. Ella parecía haberse dejado muchas partes. En particular, le resultaba extraño que ella se hubiera marchado de Pensilvania para mudarse a una remota isla de la costa de Carolina del Sur. Se lo dijo. Ella asintió, pero no respondió inmediatamente. Estuvieron caminando en silencio unos minutos hasta que, por fin, ella estuvo preparada.
—No podía quedarme en mi lugar de nacimiento.
—Demasiados malos recuerdos, supongo…
—Sí, pero también buenos, dado que allí fue donde me crie. Esa no fue la razón por la que me marché. Incluso después de que se firmaran los papeles del divorcio y nuestro matrimonio estuviera anulado oficialmente, David seguía tratando de controlarme. Empezó suplicándome que regresara. Me dijo que lo había malinterpretado todo. Que si era culpable de algo era de quererme demasiado. Quería otra oportunidad para demostrarme que había cambiado. Yo solo quería seguir con mi vida. Se presentaba en todos los sitios a los que yo iba. En la tintorería, en el dentista… Empezó a presentarse en la casa de mi madre sin avisar para llevarle flores y fingir que le preocupaba mi bienestar. En aquel momento, ella sabía ya lo suficiente para ver que estaba mintiendo, pero el resto del pueblo… Scott utilizaba todos los argumentos que podía para manipularme y, cuando no le funcionaba nada, empezó a manipular a la opinión pública.
—¿Qué quieres decir?
—Empezaron a correr rumores por la ciudad de que yo tenía una aventura y que esa era la razón de que lo hubiera dejado. Me retrató como una mujer fría e interesada. Incluso trató de que todo el mundo me viera como poco patriota.
—¿Cómo?
—Porque él era veterano. Los manipuló de todas las maneras posibles, y aún sigue haciéndolo.
—Parece que podrías escribir un libro… Sin embargo, sobreviviste y, por lo que veo, ahora eres más fuerte que nunca.
—Es verdad —dijo ella orgullosa.
—¿Y sabe tu ex marido dónde encontrarte?
—No me he ocultado —replicó ella—. Tuve que marcharme de mi ciudad natal, pero no pienso consentir que él me convierta en una especie de reclusa. Además, jamás recurrió al maltrato físico.
Pedro asintió, a pesar de que pensaba que solo un pequeño salto separaba a alguien tan controlador como Scott de convertirse en un maltratador.
—¿Has pensado en pedir una orden de alejamiento?
—Ya la tengo. No soy idiota. Mi madre y mi hermana también las tienen.
—Muy bien.
—Aún se encuentran con él de vez en cuando, pero al menos ha dejado de presentarse en sus casas. Le he dado su foto a todas las líneas de ferry. Me avisan cuando viene hacia aquí.
—Espera un momento… ¿Has dicho cuándo? ¿Ha estado aquí?
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