lunes, 25 de noviembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 28

 —Además, estaba la fecundación in vitro. Costó trece mil dólares.


—¿Trece mil dólares? —repitió él, incrédulo.


—No, de pesos —replico Paula, en tono de sorna—. No sé por qué tengo que darte explicaciones. Es mi dinero y puedo hacer con él lo que me parezca. Hasta que esto ocurrió, me iba estupendamente.


—Yo te lo habría hecho gratis.


—¿Cómo dices?


—He dicho que te lo habría hecho...


—Te he oído —le interrumpió ella, sonrojándose—, pero no estaba segura de haberte entendido correctamente. Sin embargo, no creo que hubiera funcionado.


—Te aseguro que funciona perfectamente. 


—No me refería a eso —susurró ella, enrojeciéndose aún más—. Tengo obstruidas las trompas de Falopio, así que, aunque lo hubieras hecho gratis, no habría funcionado.


—Lo siento —dijo Pedro, muy avergonzado.


No se había parado a pensar en por qué había optado por la fecundación in vitro. Evidentemente, ella creía que su condición médica la convertía en una mujer con problemas. Sin embargo, para Pedro, descubrir todo lo que había pasado para tener un hijo había hecho que la estima que sentía por ella subiera aún más. No había muchas mujeres dispuestas a todo aquello por tener un hijo.


—Porque tengas un problema médico que hace que te resulte difícil concebir, no significa en modo alguno que eres inferior. Por ejemplo, mi hermano tiene un nivel muy bajo de espermatozoides.


—Sí, recuerdo que me lo contaste. No podía entender por qué habrías donado esperma si tienes unos sentimientos tan fuertes por verte implicado en la vida de tu hijo.


—Desde más allá de lo que puedo recordar, he admirado a mi hermano mayor. Siempre parecía que a él todo le resultaba muy fácil. Yo, por otra parte, siempre parecía estar metido en líos. Él intercedía entre mis padres y yo. Cuando yo llegaba más tarde de la hora a la que debía estar en casa, Federico inventaba excusas por mí y me dejaba la ventana abierta para que yo pudiera entrar sin que me sorprendieran.


Pedro se dió cuenta de repente que jamás le había contado aquellas cosas a nadie. Paula tenía algo que le hacía abrirse y hablar de su vida.


—Parece que los dos tienen una relación muy especial.


—Así es. No estamos tan unidos como solíamos estarlo, pero todo cambió después de que yo me marchara a la universidad. Ahora, Federico está casado y, bueno, es diferente. Si Mariana se hubiera quedado embarazada, yo nunca habría tenido una relación padre-hijo con el niño, pero no podía defraudarlo cuando más me necesitaba.


—Yo siempre he querido tener un hermano o una hermana, pero soy hija única.


—Paula, ¿Hay alguna posibilidad de que tu ex pague la otra mitad de lo que te debe de una vez? —preguntó él, volviendo al tema económico. 

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