Pedro vertió el café que le quedaba en la taza por el desagüe del fregadero, para dejar después allí mismo la taza.
—Creo que voy a dejar el almuerzo.
Mariana sacó lechuga y tomate del frigorífico.
—¿Quieres llevarte un bocadillo?
—No, gracias —dijo Pedro, notando los hombros caídos de Mariana, la única señal externa de su angustia por haber fracasado una vez más a la hora de concebir un hijo—. Lo siento. Si quieres volver a probar...
—Te agradecemos mucho todo lo que has hecho. Todo este asunto ha sido muy difícil —susurró Mariana antes de darse la vuelta, aunque no sin que Pedro pudiera ver que los ojos se le habían llenado de lágrimas—. No creo que volvamos a intentarlo por el momento. Necesito relajarme durante un tiempo.
—Lo comprendo.
Federico tomó a su esposa entre sus brazos.
—Pedro, has sido muy amable con nosotros en este asunto. No es culpa tuya que no haya salido bien.
Entonces, ¿Por qué se sentía responsable?
—Bueno, creo que es mejor que me vaya.
Se dirigió hacia la puerta principal. Quería salir al exterior para tomar un poco de aire fresco, para escapar del dolor que veía reflejado en sus rostros. Y del sentimiento de culpa que amenazaba con asfixiarlo. Fue a toda prisa hasta su furgoneta y sacó el vehículo marcha atrás por el sendero que daba acceso al garaje. Tenía que saber si una desconocida había sido inseminada con su esperma. Diez minutos más tarde, entró a toda velocidad en la clínica. Allí, la recepcionista le recibió con una sonrisa.
—Me llamo Pedro Alfonso. Alguien me llamó esta mañana sobre María Paula Chaves. ¿Sabe quién fue?
—No, señor, pero veré si puedo descubrirlo —dijo la muchacha, al tiempo que tomaba el teléfono y marcaba un número. Un momento después, una enfermera a la que él reconoció se acercó rápidamente al lugar en el que estaba esperando.
—Señor Alfonso, sin consentimiento no puedo hablar de...
—Esta mañana, he recibido una llamada de teléfono que parecía indicar que mi esperma se había utilizado para fertilizar a María Paula Chaves. ¿Es eso cierto?
La enfermera frunció el ceño.
—¿Acaso no se había indicado que su esperma solo se utilizaría para su cuñada?
—Sí, pero, ¿Qué hay de la llamada que he recibido esta mañana? Quiero que me muestren documentación que me asegure que mi esperma no ha ido a parar a esta otra mujer.
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