viernes, 22 de noviembre de 2024

Nuestros Bebés: Capítulo 24

 —Por favor, que estés bien...


La puerta se abrió a los pocos segundos y entró el doctor Rollins, seguido de Pedro. Este parecía muy nervioso y un poco pálido, a pesar de su bronceado. Se acercó a ella y le colocó una mano sobre el brazo.


—¿Qué te han dicho?


—Espera un poco, papá —le dijo el doctor Rollins—. Hablaremos dentro de un minuto. ¿Por qué no vas a la cabecera de la camilla y te colocas detrás de la mamá para que podamos ver qué es lo que está pasando ahí dentro?


Pedro rodeó la camilla inmediatamente y se colocó donde el médico le había indicado. Aunque también le hacía sentirse algo inquieta, Paula no pudo obviar la tranquilidad que su presencia le transmitía, algo que no terminaba de gustarle. Decidió que se ocuparía de aquellos sentimientos al día siguiente, no precisamente cuando tanto le necesitaba. Contempló la sala con una expresión que hizo que ella comprendiera que nunca había estado antes en una sala de reconocimiento ginecológico. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, la expresión de su rostro la habría hecho reír. El doctor Rollins le colocó una segunda sábana encima y se la ajustó para exponer únicamente el abdomen. A continuación, encendió los indicadores de una pantalla de ordenador y luego le echó un gel transparente en el estómago. Paula se sobresaltó y contuvo rápidamente el aliento.


—¿Qué pasa? —le preguntó Pedro, inclinándose sobre ella para enmarcarle la cara entre las manos.


—El gel. Está muy frío.


—Oh.


—Lo siento. Debería de habértelo advertido —comentó el doctor Rollins, mientras le extendía el gel con una paleta sobre el vientre.


Pedro no hacía más que mirar del vientre de Paula a la pantalla del ordenador. Ella se preguntó si estaría la mitad de preocupado de lo que estaba ella. De vez en cuando, el médico se detenía para apretar un botón o ajustar un dial.


—¿Ve ya a mi hijo, doctor? 


—¿A su hijo?


Paula vió una pequeña imagen, prueba irrefutable de que estaba embarazada. De repente, los ojos se le llenaron de lágrimas y el corazón se le hinchió de amor por el niño que llevaba en su vientre.


—Podría ser una niña —añadió el doctor Rollins—. Todavía es demasiado pronto para saber el sexo. Dentro de otras dos semanas, podremos escucharle el corazón.


—Parece un cacahuete. ¿O es que estoy mirando lo que no es? — comentó Pedro.


Efectivamente, parecía un cacahuete. «Un valioso cacahuete», pensó Paula.


—Creo que ya veo el problema —dijo el médico, mientras señalaba una luz que se veía en la pantalla—. Hay otro.


El corazón de Paula empezó a latir a toda velocidad. Los ojos se le volvieron a llenar una vez más de lágrimas.


—¿Otro qué? —preguntó Pedro. 


Paula no estaba segura de quién había agarrado a quién, pero tenían las manos entrelazadas.


—Sí. Estoy seguro. Miren, aquí se les puede ver a los dos. Tienes un par de niños ahí dentro. Gemelos —confirmó el doctor Rollins, mientras apretaba otro botón y sacaba una hoja de papel oscuro de un lateral de la máquina.


—¿Gemelos? —preguntó Pedro.


—¿Solo dos? —quiso saber Paula. 


No podía soportar el hecho de que el tercer óvulo no hubiera sobrevivido al procedimiento.


—¿Qué quieres decir con eso de «Solo dos»? —replicó Pedro, mientras fruncía el ceño—. ¿Cuántos óvulos hiciste que te implantaran?


—Tres.


—¿Tres? ¿En qué estabas pensando?


El doctor Rollins los miró atónito antes de centrar de nuevo su atención en la pantalla del ordenador. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario