—No viene tanto como solía hacerlo, pero sí. Cuando empecé a trabajar, se presentaba una o dos veces al mes. Ahora, tal vez es una vez a la temporada.
—Y eso que tienes la orden de alejamiento —murmuró Pedro.
—David la cumple. No puede acercarse a unos doscientos metros del hotel. Se limita a sentarse en la playa observando el hotel con los prismáticos —comentó ella encogiéndose de hombros.
—No me gusta…
—A mí tampoco, pero dado que no incumple la orden, no se puede hacer nada.
Pedro no estaba de acuerdo. A veces, un maltratador tenía que verse maltratado por otra persona para comprender lo que hacer. Tal vez él no resultara muy amenazador, pero Lou sí. Tal vez le pediría a su chófer que tuviera una charla con el ex marido de Paula la próxima vez que apareciera por la isla.
—Bueno —dijo ella con un suspiro—, esa es mi historia. ¿Te arrepientes de haberla escuchado?
—Por supuesto que no —replicó. Normalmente evitaba que las mujeres le contaran la historia de sus vidas, pero no era así en el caso de Paula—. Si hay algo que sienta es todo por lo que has tenido que pasar.
Pedro comprendió que los dos habían sufrido unas heridas tremendas, aunque de modos muy diferentes. Las de ella eran mentales y las de él físicas.
—¿Listo para regresar? —preguntó ella.
Pedro estaba cansado, pero la fortaleza de Paula le había inspirado. Ella podría haberse rendido al encontrarse con tanta adversidad. Podría haberse escondido y haber vivido oculta para evitar que la acosaran. No había hecho ninguna de las dos cosas.
—Todavía no. Sigamos un poco más.
Más que nunca, sentía que tenía algo que demostrar. A ambos.
Paula estaba sentada al escritorio de su pequeño despacho. Había dejado el papeleo inherente a su trabajo para dedicarse a algo más relajante: Un proyecto de artesanía con las caracolas que había ido recogiendo. Añadió la primera capa a la parte inferior de un jarrón que había comprado. Pensaba ir alternando capas de caracolas con guijarros azulados. Media hora más tarde, cuando terminó su obra, la estudió con satisfacción. El jarrón, las caracolas y los guijarros se habían convertido en algo muy atractivo e interesante. En cuanto a las transformaciones, la más interesante había sido la de Pedro. Habían pasado ya dos meses desde su llegada. Era el mes de agosto y el calor en el exterior era prácticamente insoportable, pero no había utilizado las altas temperaturas como excusa para frenar su rehabilitación. Salía todas las noches a caminar por la playa con ella a pesar de las maratonianas sesiones de fisioterapia a las que le sometía Juan.
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