miércoles, 6 de noviembre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 67

 —¿Y estaba equivocada?

 

—No. En absoluto —admitió él, aunque le resultó difícil hacerlo con la mujer por la que estaba empezando a desarrollar unos sentimientos muy serios—. No estoy orgulloso, pero yo era todas esas cosas y muchas más.


 —Era —dijo ella—. Me gusta el sonido de esa palabra.


—¿De verdad?

 

—Sí.

 

—A mí también me gusta. He cambiado, Paula. Quiero asegurarme de que lo sepas. Es muy importante para mí.

 

—¿Por qué? ¿Por qué es tan importante? —le preguntó ella mientras lo examinaba con sus hermosos ojos azules.

 

—Es que… Tu opinión me importa mucho. Jamás he conocido a nadie como tú.

 

—Me siento… Halagada. 


Pedro sintió que el alma se le caía a los pies. Aquello no era exactamente lo que había esperado escuchar. Bajó la cabeza.

 

—¿Eso es todo? Podría haber jurado que, el otro día sentías… Algo más.

 

—Eres mi jefe, Pedro. Trabajo para tí.

 

—¿Y si no fuera así? Dime que no te sientes atraída por mí.

 

Ella lanzó una risa ahogada.

 

—Sabes que sí lo estoy.

 

—¿Pero?

 

—Pero no estoy buscando una relación.

 

—Tu ex te hizo mucho daño…

 

—Sí —admitió ella.

 

—¿Quieres hablar al respecto? Tal vez yo esté tan sorprendido como tú, pero en las últimas semanas he aprendido a escuchar.

 

—No se trata de algo que me guste recordar, y mucho menos hablar al respecto.


 —Lo entiendo. No pasa nada.


Pedro se sentía muy desilusionado. Los retazos de información que ella le había dado sobre su ex eran tan escasos que hacían que él sintiera más curiosidad. Sin embargo, sabía que era mejor no presionarla. Echaron de nuevo a andar. Tenían los dedos entrelazados, pero Paula rompió el contacto cuando se agachó para recoger una caracola. Al darse cuenta de que estaba rota, la devolvió al océano. Entonces, volvió a agarrar a Pedro de la mano.


 —David era marine. Un buen amigo del marido de mi hermana. Así nos conocimos. Fue el padrino en la boda de Ignacio y Delfina y yo era la dama de honor. Tuvimos un noviazgo muy rápido y, seis meses después, nos casamos. A mi madre le pareció que era demasiado pronto. Yo estaba terminando la universidad. Ella quería que yo experimentara un poco más la vida antes de sentar la cabeza. Creo que le preocupaba que yo estuviera buscando una figura paterna, dado que jamás había conocido a mi padre.


Pedro comprendía perfectamente los motivos de la madre, pero prefirió guardar silencio y esperar a que Paula continuara.


 —Mientras estábamos saliendo, era el perfecto caballero. Me abría las puertas, me daba su abrigo si tenía frío… Cuando íbamos a cenar a un restaurante, insistía en pedir lo que yo iba a tomar. Cuando íbamos al cine, él escogía la película. Ahora me doy cuenta de que estas dos últimas cosas deberían haber hecho saltar las alarmas, pero no fue así. Pensé que eran ejemplos de caballerosidad algo chapada a la antigua. Pensé que me estaba casando con el hombre de mis sueños, pero estaba muy equivocada. 

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