lunes, 4 de noviembre de 2024

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 63

Paula se le colocó prácticamente a horcajadas sobre la espalda. Pedro tragó saliva y deseó que las posiciones de ambos estuvieran al revés. Deseó que ella no estuviera completamente vestida, sino desnuda como él y que tuviera la piel húmeda y resbaladiza por el agua y el jabón. Lanzó un gruñido.

 

—¿Te duele algo?


Claro que le dolía, pero negó con la cabeza.

 

—Acabemos con esto.

 

—¡Qué impaciente eres! —musitó.

 

—No tienes ni idea —replicó él.


Paula se inclinó sobre él y le deslizó las manos por debajo de los brazos. No llevaba el cabello recogido en una coleta como era su costumbre, por lo que parte del cabello le cayó a Pedro sobre el rostro. Él respiró profundamente y dejó que el aroma de ella lo envolviera.

 

—Vamos a ponerte de pie. A la de tres, ¿De acuerdo?

 

—Mmm —susurró él. No paraba de inhalar el aroma.

 

—Uno… Dos… Tres…


El tirón que ella dió fue sorprendentemente fuerte. Esto, añadido al propio esfuerzo de Pedro, hizo que él consiguiera poner un pie sobre el fondo de la bañera. Se agarró el muslo con las dos manos y, con la ayuda de Paula, pudo conseguir que su pierna mala cooperara. Por fin, se puso de pie. Las manos de Paula ya no estaban debajo de los brazos de Pedro, sino en la cintura. A ella le resultaría tan fácil desabrochar el cinturón e introducir la mano… Allí, encontraría el cuerpo de Pedro dispuesto y ansioso. A pesar de los esfuerzos de él por pararlo, se la imaginó haciendo precisamente eso. Entonces, se encontró deseando que el agua helada aún llenara la bañera. Lo que fuera con tal de hacerle recuperar el sentido común.


 —Ahora, quiero que te sientes en el borde de la bañera. Yo voy a salir. Entonces, te ayudaré a sacar las piernas —dijo Paula. Ella salió mientras Pedro se sentaba—. ¿Estás listo?


Él asintió a duras penas e hizo lo que ella le ordenaba esperando que el albornoz pudiera ocultar su estado de excitación cuando ella lo ayudara a sacar las piernas de la bañera. Tenía que pensar en otras cosas. Recordó que en el colegio, uno de sus profesores le había hecho escribir el preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos cuarenta veces por hablar en clase. Se lo había aprendido de memoria. Comenzó a recitarlo mentalmente. Lo que fuera con tal de no pensar en el sexo.  «Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una unión más perfecta…». Cuando puso los pies sobre el suelo, ella le dió las manos. Se colocó delante de él. Los pechos le quedaban a la altura de la boca. Pedro tragó saliva… «… Establecer Justicia, asegurar la tranquilidad interior, proporcionar la defensa común…».


 —Muy bien. Ahora ponte de pie.


No hay comentarios:

Publicar un comentario