Comprobó que ella no protestaba, que no se resistía. Cuando los labios de ambos se unieron, ella cerró los ojos. Pedro sintió que ella le rodeaba los hombros con los brazos. En el instante antes de que él profundizara el beso, un sonido, medio suspiro medio gemido, vibró en la garganta de Paula. Ella estaba tan excitada como él… Desgraciadamente, estaba empezando a resultar evidente que él no podía sostenerse así, encima de ella, durante mucho tiempo más. Los brazos estaban empezando a temblarle por el esfuerzo. En cualquier momento, iban a dejar de sostenerle. Aunque aún pesaba bastantes kilos menos de su peso habitual, a él le preocupaba que si bajaba el torso hacia el de ella, le resultaría demasiado pesado, en especial dado que el suelo de azulejos no cedería como lo haría un colchón. Estaba a punto de sugerir que se marcharan a seguir a otra parte, cuando se oyeron pasos. Rompieron el beso y los dos miraron hacia la puerta. Juan estaba en el umbral, con las manos en las caderas, tratando por todos los medios de ocultar una sonrisa.
—Veo que no ha necesitado mi ayuda para salir de la bañera, señor Alfonso.
—¿Vas a dar tu paseo? —le preguntó Pedro a Paula el día siguiente por la tarde al ver que se ponía sus zapatillas deportivas.
—Así es. No tardaré mucho. Los desafío a Juan y a tí a una partida de gin rummy cuando regrese.
Aquello no era lo que él quería escuchar. Desde lo ocurrido en el cuarto de baño, Pedro no había podido disfrutar de un momento a solas con ella. Juan estaba siempre con ellos. En su caso, tres eran multitud.
—¿Te importa si te acompaño?
—¿A dar un paseo? —replicó ella muy sorprendida.
—Eso es.
—A la playa.
—Allí es donde sueles ir a pasear, ¿No?
Paula miró a Juan, que estaba en la cocina preparando Dios sabía qué.
—¿Qué? —preguntó Pedro con exasperación—. ¿Acaso necesito permiso?
—No. Yo solo… Resulta difícil andar sobre la arena.
—Estoy dispuesto para el desafío, a menos que prefieras ir sola…
—No. No me importa tener compañía —comentó ella con una sonrisa—. Solo quería asegurarme de que a Juan le parecía buena idea.
Juan sonrió.
—Hará más ejercicio caminando sobre la arena que sobre la máquina. La sesión de esta noche ha sido bastante intensa, señor Alfonso. ¿Cree que podrá hacerlo?
De lo único de lo que Pedro estaba seguro era de que quería estar a solas con Paula. Sonrió y asintió.
—Estoy seguro.
Su bastón no le ofrecía mucho apoyo dado que no hacía más que hundirse en la arena. Paula caminaba muy cerca de él, pero avanzaban muy lenta y trabajosamente, a pesar de que habían elegido un camino muy utilizado que había entre las dunas. Cuando llegaron a la playa propiamente dicha, ella señaló la orilla.
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